miércoles, 16 de marzo de 2022

El secreto de tía Laura, capítulo 4 y 5


 

Capítulo 4

 

Sábado 17 de marzo del 2018

— ¡¿Qué hacés?! —dijo, sorprendida, pues yo había entrado sin golpear siquiera.

— Yo lo sé tía —dije, susurrando, ya que no quería que mis viejos me escucharan—. Yo sé la verdad sobre vos.

          Ella estaba recostada sobre la cama, aunque no estaba cubierta por las sábanas. Su sensual cuerpo, vestido con un short y una remera vieja, se irguió, para mirarme con asombro, y según creí notar en ese momento, también con mucho miedo.

— ¿De qué estás hablando? —preguntó, ahora frunciendo el ceño—. ¿Qué es lo que sabés de mi? O mejor dicho… ¿qué es lo que creés saber de mí?

          Mi cabeza envenenada con el alcohol aún conservaba cierta lucidez. No era buen momento para decirle que sabía que era una puta ¿Qué ganaría con eso? Nada. Además, todavía tenía un rebuscado plan en mente. Hasta que no lo pusiese a prueba, no tenía sentido adelantarme. Pero ahora estaba en un problema. ¿Qué carajos le diría? ¿Quién me había mandado a abrir la boca sin pensarlo?

          Lo pensé un rato. Balbuceé cualquier cosa, para hacer tiempo, hasta que pude largarle:

— Yo sé que sufrís mucho —dije—. Cualquiera que te vea puede pensar que sos una mina que se lleva el mundo por delante. Pero yo sé que sufrís por el abandono de tu papá, y también porque pensás que los hombres sólo te quieren para acostarse con vos y después desecharte.

          No estaba seguro de si iba a funcionar. Después de todo, ella misma me había contado sobre su relación conflictiva con los hombres, así que no es que hubiese descubierto un gran secreto ni mucho menos. Lo de su padre, en cambio, había sido una suposición mía, que esperaba haya dado en el calvo.

          Sin darle tiempo a responder, me acerqué a ella. Tomé su mano con ternura, y agregué:

— Pero yo te quiero de verdad. Y no sólo por tu aspecto —dije.

— Así que “no sólo por mi aspecto” —repitió ella, poniendo mucho énfasis en la última frase, mirándome con intensidad, como esperando a que yo comprendiera algo detrás de esas palabras, cosa que, como es natural, no sucedió—. Así que también me querés por mi apariencia. Algo bastante raro viniendo de un sobrino —agregó ella, cuando vio que yo no iba a responder.

— ¿Qué? No —balbuceé yo—. No me refería a eso.

— ¿Pensás que no me di cuenta de que el otro día quisiste besarme? —dijo la tía.

— No. Eso fue… un accidente. Eso fue un accidente —repetí, para que me creyera. Aferré con más fuerza su mano.

— No, no lo fue. Además, aunque eso no hubiese pasado… Tus miradas, tus toqueteos “accidentales”… —largó un suspiro, y ahora pareció mirarme con algo de ternura—. No creas que te culpo. Sos apenas un chico, y me conociste siendo ya un adolescente. Supongo que te debe costar verme realmente como una tía —explicó, haciéndose eco de algo que me había dicho a mí mismo en varias ocasiones—. Yo soy consciente de las cosas que despierto en los hombres. Pero en tu caso, debo poner un límite. Pensé que al acercarme a vos y pasar el tiempo juntos, iba a poder hacer que me consideres realmente tu tía, pero veo que logré el efecto opuesto.

— Por eso no me hablaste en todos estos días —dije.

— Yo te quiero mucho —contestó, acariciando mi mejilla con la mano que yo le había dejado libre—. En este poco tiempo me encariñé mucho con vos. Pero decidí mantener cierta distancia. No lo hago solo por mí, sino más que nada, lo hago por vos. Para que no te hagas ideas raras en la cabeza. Es mejor que no nos veamos a solas por un tiempo, para que no te confundas. Pero pienso venir a visitarlos de seguido.

— Entonces ¿No estás enojada conmigo? —quise saber.

— No, claro que no. Y lo que pasó, va a quedar entre nosotros. Siempre y cuando no vuelva a suceder.

          Estaba muy cerca de ella. Estuve a punto de tirármele encima y comerla a besos. Pero lo último que había dicho me detuvo. No quería que le contara a mamá de mi comportamiento. Eso me daría mucha vergüenza. Decidí irme de la habitación inmediatamente, ya que no sabía lo que era capaz de hacer si seguía así, tan cerquita de tía Laura, tomando su mano, mientras ella me acariciaba la mejilla.

— Okey, que descanses —me despedí, sintiendo mis ojos ardiendo.

          Me costó mucho conciliar el sueño. Si no fuese por el alcohol, seguramente no hubiese pegado ojo en toda la noche. Por suerte, cuando me levanté, pasado el mediodía, ella ya no estaba en casa.

          Supongo diario, que este es el momento de decir basta. Debería respetar su decisión. Ella nunca estaría con un sobrino de diecinueve años que no sabía nada de la vida. No tenía chances.

          Pero no puedo hacerlo. Más bien al contrario, ahora mi determinación es más firme que antes. Quiero cogerme a tía Laura, diario.

Miércoles 21 de marzo del 2018

          Estoy teniendo un autocontrol que no creí que podría alcanzar a dominar. Cuatro días sin siquiera mandarle un mensaje. El temor a que me deje el visto o que me responda de manera fría y escueta, me ayudan a hacerlo. Además, veo una luz de esperanza.

          Le pedí a papá que me adelantara la mesada de abril, pero no hubo caso. Además, aprovechó para sacarme en cara el hecho de que me estaba tardando mucho en conseguir un trabajo. Viejo rata. Bueno, a esperar hasta abril. Mientras tanto, estoy vendiendo en Mercadolibre algunos mangas y comics que ya no leo. En todo caso, hoy en día se encuentra todo en internet, si quisiera volver a leerlos, lo haría en mi computadora y listo. Debía sacar plata de todos los lugares que pudiera, ya que con lo que tenía ahorrado, y con la mesada, no me bastaría. 

Viernes 23 de marzo del 2018

          Compré tintura para el cabello. Un rubio muy claro que no me quedaría tan mal. Vi en internet cómo teñirse el cabello uno mismo, pero lo más probable es que vaya a una peluquería a hacerlo. Pero ¿Cómo evitar que mis viejos no se enteren de mi cambio de look? Ese detalle era esencial.

Sábado 24 de marzo del 2018

          Puse en sobreaviso a Cufa. Era probable que en una semana lo necesitara. Debía estar alerta y disponible. De mis tres mejores amigos era la mejor opción. Tiene los padres menos hinchapelotas, su casa es la más cercana al centro, y es el que menos preguntas va a hacer. Cufa es de fierro.

          Estoy encerrado en mi habitación. Me pongo los auriculares. Canto, como perro, pero canto, los temas que reproduce mi celular. Fuerzo las cuerdas vocales. Cada vez que puedo, grito. Siento la garganta adolorida. La voz me sale rasposa. Sí, es por ahí. Pero debo dejarlo para dentro de algunos días.

Jueves 29 de marzo del 2018

          Vino la tía de visita. A ver a mamá, claro. A mí me ve sólo de paso. Se muestra simpática. Me pregunta por mis cosas. Es cierto que no parece guardar ningún rencor. Más bien pareciera que se culpa a ella misma por lo sucedido. Como si el hecho de estar tan buena y calentar a todo hombre que se cruce en su camino, fuera un superpoder que no puede controlar, y que detesta con toda su alma. Le hablé lo justo y necesario. Me gustó verla desconcertada. A la noche me preguntó si estaba todo bien. Le respondí que sí, y no puse nada más. Vi que estaba escribiendo. Me alegró que la psicología inversa funcionara. Legré captar su atención al haberla ignorado. Pero al final no me envió ningún otro mensaje. La puta madre. Pero no decaí. Me aferré a la pequeña esperanza que creía tener gracias a mi plan.

Sábado 31 de marzo del 2018

          Llegó la hora. Configuré mi teléfono para que, al usarlo, aparezca con el número privado. Llamé a Jade. El teléfono sonó una vez, dos veces, tres veces. No atendía. Mis dedos transpiraban. Colgué, y la llamé de nuevo. No atendía. Otra vez, y no atendió. Supuse que estaría ocupada. Con un cliente quizás. Dejé pasar una hora, que según tenía entendido, era el tiempo que solía demorar una puta en atender a un cliente. Llamé otra vez. No atendió. ¡La reputísima madre que la parió! Grité. Mamá subió al cuarto a preguntarme qué carajos me pasaba.

— Nada, es solo que no puedo encontrar los subtítulos para una película que descargué —respondí.

— Pero no podés ponerte así por esa pavada —dijo mamá, y me dejó solo.

          La llamé media hora después, y una hora más tarde. Jade no levantaba el teléfono. Qué carajos. Entré a la página de escorts en donde la había encontrado aquella vez, para ver si había cambiado de número. Su perfil estaba ahí, incluso con un par de fotos nuevas, y un par de experiencias relatadas por los clientes que no había leído la primera vez. En su ficha de datos personales encontré la respuesta que buscaba. El número que aparecía en el encabezado, junto a su nombre, era el mismo. Pero debajo de todo, entre paréntesis, la tía había agregado una corta nota: “No atiendo a números privados”, decía.

          Al menos era un alivio saber que seguía ejerciendo la prostitución. Pensé en si sería buena idea llamarla desde mi teléfono, con el número visible. Dudaba que me tuviera agendado en ese celular clandestino, y mucho más improbable era que recordara mi número de memoria. Pero era un riesgo que no convenía correr. Ya de por sí me estaba arriesgando mucho.

          Salí de mi cuarto y bajé las escaleras corriendo. Mamá me dijo algo cuando me vio salir a las apuradas, pero no alcancé a escucharla. Fui a un quiosco, y pregunté si vendían chips para celulares. Por fin una buena. El vendedor me dijo que sí, y me lo vendió por cincuenta mangos. Me encerré en mi cuarto nuevamente. Llamé a Jade.

— Hola —saludó ella del otro lado. Usaba un tono diferente al que utilizaba cuando se hacía llamar Laura. Era el tono que supuse ponían las putas para dejar en claro que eran putas. Me esforcé para que mi voz saliera diferente a como me escuchaba normalmente. Más gruesa, digamos. Dicen que el que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón, así que hacerme pasar por un cliente, sin decirle que era Luis, su sobrino, no me daba remordimientos de consciencia, ya que ella, en cierto punto, también me mentía.

— Hola —dije, suponiendo que mi identidad había quedado oculta gracias al esfuerzo que estaba haciendo con mis cuerdas vocales—. Quería saber sobre tus servicios.

          Tía Laura, con su voz de puta, me dijo lo que yo ya sabía. Por suerte no había aumentado su ya de por sí elevado arancel. Trescientos dólares una hora con servicio completo.

— Perfecto —dije, lleno de alegría, pues la primera parte de mi plan estaba funcionando—. ¿Cuándo tenés libre para atenderme?

— Bueno, si querés, podés venir mañana mismo, a las cinco de la tarde, que me quedó un turno disponible.

          Las putas trabajaban hasta los domingos. Vaya descubrimiento. Y eso que una escort como tía Laura, alias Jade, podría darse el lujo de nunca trabajar los fines de semanas ni los feriados. Bah, eso era lo que imaginaba.

          No podía creer que estaba a menos de un día de poder, al fin, cogerme a tía Laura. Pero de repente recordé que el domingo era apenas primero de abril. El viejo no solía darme mi mesada hasta el tercer o cuarto día del mes. La puta madre. No me costaba nada tener un poco de paciencia y esperar esos días. Después de todo lo que había aguantado, eso no era nada. Pero no me pude contener. No podía ser que el polvo con tía Laura estuviera a la vuelta de la esquina, y no lo fuera a concretar. Hoy mismo le rogaré a papá que me dé la mesada. Si fuera necesario, le diría la verdad, o al menos parte de ella. Le contaría que tenía una cita con una chica que me había costado mucho trabajo convencer de que saliera conmigo. La solidaridad masculina me salvaría.

— Me parece perfecto —dije—. Sólo hay un problema.

— Cuál —quiso saber ella. De repente ya no parecía tan simpática y servicial como demostró ser en un primer momento.

— Es que… —dije, esforzándome por transformar mi voz—. Es que hace algunos años sufrí un accidente, y… me quemé la cara.

— ¿Ah sí? —preguntó ella, ahora pareciendo desconfiada.

— Sí, y no quiero hacerte pasar un mal momento cuando me veas. Así que quizás, si llevo la cara tapada con algo. Bueno…

— Mirá, disculpame, pero esto me parece medio raro. ¿No serás Berni? ¿O Miguenz? Si sos un cliente que ya puse en la lista negra, no insistas.

— ¿Qué? ¡No! —dije, viendo cómo mi plan se iba a la mierda por algo que ni siquiera era mi culpa. La reputísima madre que los re mil parió a Miguenz y Berni.

— Y si no sos ninguno de ellos, bueno, lo siento, pero prefiero no correr el riesgo. Ya conseguirás otra chica que te guste. Bye bye —dijo la tía, y cortó.

          Me tiré a la cama, como si acabara de recibir una paliza. Estaba tan cerca…

          O quizás no. Después de todo, el plan era muy tirado de los pelos. Y si la primera etapa había fallado con tanta facilidad, no me quería imaginar lo que ocurriría con la segunda y tercer etapa, que eran mucho más difíciles de lograr.

          La cosa era así: una vez que Jade aceptara y me diera un turno, esperaría a que llegara el día, que en este caso hubiera sido al día siguiente. Volvería a hacer eso de escuchar música, y ponerme a cantar, para forzar mis cuerdas vocales, hasta dañarlas. De esa manera sería más fácil simular una voz diferente a la mía. Ese mismo día me teñiría el pelo de color rubio en una peluquería. Luego entraría en acción Cufa. Él me recibiría en su casa, y me permitiría ponerme el disfraz ahí, pues no quería dar explicaciones en casa. Ah sí, me olvidaba de esa parte. Alquilaría un disfraz. Ya tenía visto uno de La casa de papel, con máscara y todo. Saldría de lo de mi amigo vestido de esa manera. Si fuera necesario también le diría parte de la verdad, tal y como pensaba hacer con el viejo. En fin, me presentaría con esa apariencia en lo de Jade. Se suponía que cuando había hablado con ella, la convencería de recibirme de esa forma. Apelaría a su bondad —y si era necesario, a su lástima—. Me haría pasar por un chico desfigurado que quería tener su primera relación sexual. Una vez que estuviéramos intimando, apagaría todas las luces, y ahí, pudiendo librarme de la máscara, devoraría a tía Laura, y me sacaría toda la calentura que vengo arrastrando desde que la conozco.

          Repasándolo ahora, realmente parece un plan bastante demencial. Pero no era imposible de lograr. El hecho de que fracasara debido a unos desconocidos me llena de bronca.

          Pero no tenía que darme por vencido. Recordé que en un momento había elucubrado otro plan, pero lo había desechado porque involucraría a más personas. Sin embargo, ahora aparecía como una posibilidad. Una vez más pensé en apelar a la solidaridad masculina.

Domingo 1 de abril del 2018

          Por suerte fue fácil reunirlos. Ninguno de los tres tenía nada que hacer ese día. Cufa, que era el que sabía que me traía algo entre manos, aunque no conocía los detalles, les explicó a los demás que yo los necesitaba.

          Estaba dando un último manotazo de ahogado, lo sabía, pero si no podía confiar en mis amigos —por más que a veces se comportaran como unos idiotas— ¿En quién iba a poder confiar?

          Al principio se mostraron escépticos. Principalmente Cufa, quien tenía novia, y veía todo el asunto con malos ojos. Nery y Fer no veían trabas morales, pero les parecía todo demasiado rebuscado, e incluso absurdo. Pero cuando les expliqué los motivos que me llevaban a hacer las cosas de esa manera, dieron el brazo a torcer.

— Puede ser divertido —dijo Fer.

— Está bien. Yo te banco, pero no voy a participar —comentó Cufa.

— Dale, hagámoslo por el loquito de Lucho —apoyó Nery.

Miércoles 3 de abril del 2018

          Papá me dio la mesada. Nunca antes había sentido que había esperado tanto para que me entregara ese dinero. Pero al fin lo tenía. Ahora lo económico ya no era un impedimento. Le escribí a Cufa para que se encargara de su parte del plan. Para mi alegría, me dijo que ya estaba hecho. Sólo faltaba asegurarse de que mis amigos no dieran marcha atrás. Les recalcaba, cada vez que podía, lo importante que era para mí que se hiciera todo como yo lo había dispuesto.

Viernes 5 de abril del 2018

          Qué casualidad. Justo hoy vino a almorzar con nosotros tía Laura. Estaba hermosa, con una pollerita de jean bien ajustada, aunque más larga de lo que me hubiese gustado. El viejo no podía disimular el hambre que le tenía. Por suerte mamá no era de prestar atención a esas cosas, o quizás no le importaba.

          Yo estaba sentado frente a ella, quien, cada tanto, me largaba una mirada cargada de curiosidad. Actúe con normalidad, tratándola cordialmente y bromeando con ella cada vez que la oportunidad se presentaba. Me encantaba cuando sonreía y se le hacían esos divertidos hoyuelos en sus mejillas.

          No tuvimos oportunidad de estar a solas. Cuando mamá abandonaba la mesa, teníamos aun a papá con nosotros. A la tarde se fueron a la sala de estar a tomar el té con mamá. Me fui a mi habitación, no sin sentir tremendas ganas de estar un ratito con ella, replicando todos esos momentos que habíamos pasado juntos.

          Pero suponía que ya nada iba a ser como entonces. Yo la había cagado. Ella se había hecho la tonta todas las veces que toqué sus partes, supuestamente sin intención. En el shopping y en la pileta no había perdido oportunidad de rozar sus tersas piernas, y su sólido culo, cada vez que podía, y no dejaba de desnudarla con la mirada. Hasta había llegado al punto de espiarla en el cambiador de una tienda. Había salido indemne de todo eso, pero había exagerado con eso de intentar besarla.

          Ese maldito amague de beso fue el que sepultó mi relación con ella. Cuando quise comerle la boca, ella sumó dos más dos y se dio cuenta de que todo lo demás no había sido accidental. Según Laura, ya se había dado cuenta de antes, pero lo dudaba. 

          De repente escuché que alguien golpeaba mi puerta. Luego se abrió apenas.

— ¿Puedo pasar? —dijo Laura.

— Claro —respondí.

— Sólo quería despedirme. Ya me voy a mi casa. ¿Estás bien? Te noto muy distante.

— Estoy bien. Y si estoy distante es solo para no molestarte —le dije, con sinceridad.

— Está bien. Gracias por entender. Y no creas que quiero estar alejada de vos. De hecho, espero que con el tiempo podamos ser amigos de verdad. Pero eso no depende sólo de mí.

— Yo también quiero que seamos amigos —respondí—. De hecho, en estos días estuve pensando en lo estúpido que fui. No sé cómo se me ocurrió que era buena idea besarte —agregué, omitiendo los toqueteos “accidentales” que ella misma me había dicho que había notado—. Digo, una cosa es sentir una atracción por una tía que recién conocés, pero de ahí a hacerte eso… la verdad es que fui un estúpido.

— A lo mejor no debí convidarte cerveza —dijo ella, con una sonrisa en el rostro—. Pero me alegra que hayas reflexionado. ¿Qué te parece si nos olvidamos de lo que pasó? —Propuso.

— Claro, hagamos de cuenta que nunca pasó nada —dije, apoyando su idea.

— Seguramente pronto podremos estar a solas sin que haya tensión. Sigamos trabajando en eso —comentó Laura.

— Sí, tía.

          Laura se acercó a mí. Se inclinó, y me dio un beso en la mejilla. Cuando lo hizo sentí el rico perfume que tenía impregnado en su cuello. No era de las mujeres que usaban una exagerada cantidad de perfume, sino que el aroma se percibía recién cuando se estaba muy cerca de ella. Me pregunté si utilizaba ese mismo perfume cuando atendía a sus clientes con su alias.

          Se fue de mi cuarto, meneando el hermoso orto que tiene. ¿Y pretendía que yo dejara de sentir deseos por ella? Ya de por sí era imposible, pero encima teniendo en cuenta la profesión secreta a la que se dedicaba, no había manera de que no buscara la forma de poseerla.

          Y justo hoy tenía que haber aparecido. Como si estuviese sospechando algo. Pero no. Lo dudaba. Cufa me dijo que ya estaba todo arreglado. Además, no había rastros de sospechas en su semblante. Más bien al contrario, mostraba tener esperanzas en que algún día la vería como una tía, y nada más. Pobre, qué optimista era.

          La suerte ya estaba echada. Mañana sería el gran día.

Sábado 6 de abril del 2018 (entre las cinco y las seis de la tarde)

          Escribo esto, usando el celular, mientras salimos de la casa de Cufa en el auto de Nery. El viaje es de media hora, pero salimos con tiempo por insistencia mía.

— Pero parece que sos un agente secreto che ¿Hace falta que seas tan meticuloso? —había dicho Nery.

— Es mejor correr el menor riesgo posible —contesté—. No quiero perder el turno porque hay una avenida cortada o algo por el estilo.

— Está bien, ya que nos metimos en el baile de Lucho, bailemos nomás —dijo Fer.

— La verdad que no sé cómo me metí en esto —se quejó Cufa—. Pero yo no pienso hacer nada. Así que espero que no insistan.

— Está bien. Más para nosotros —dijo Nery.

          Cufa había pretendido no ir. Y la verdad es que tenía todo el derecho de no hacerlo, porque había cumplido con su parte al pie de la letra, incluso mejor de lo que había esperado. Pero él había sido quien negoció con Jade, y debía estar presente.

          Mientras agarramos la autopista, los pasajeros de los colectivos y de otros vehículos nos miran con curiosidad. Y no es para menos. Los cuatro vamos disfrazados. Algo ridículos, la verdad, principalmente Cufa con su traje de Batman y yo con el del hombre araña. Nery, disfrazado de un emperador romano se ve bastante bien, y Fer vestido de esmoquin también zafa, aunque este último había hecho trampa, pues no está usando un verdadero disfraz. Pero en fin, no les podía pedir más.

          El plan es así: Cufa se encargaría de reservar un turno con la puta de lujo, Jade. Cuando les dije la tarifa que manejaba por un gangbang, se escandalizaron. Pero cuando vieron las fotos, empezaron a aflojar, y cuando les dije que yo cubriría la mitad de los gastos, ya casi los había convencido.

          Pero empezaron a dar vueltas, así que, tal como lo había pensado, tuve que admitir la verdad, al menos en parte. Mi obsesión por estar con esa tal Jade no se debía únicamente a que estaba increíblemente buena, ni al hecho de que necesitaba con urgencia perder la virginidad, sino al hecho de que era una chica a la que conocía personalmente, y después de un tiempo descubrí, de pura casualidad, que era una escort.

          Al contarle esa anécdota quedaron fascinados, y finalmente accedieron a ayudarme a concretar la fantasía de pasar una noche con ella. La verdad era que hubiera preferido estar a solas con tía Laura. Prefería no compartirla. Pero tras el fracaso de mi primer plan, debía resignarme. De todas formas, creo que disfrutaré de ver cómo se la montan los otros dos, y quizás los tres, porque una vez que Cufa la vea en persona, dudaba de que no quisiera cogerla.

          Después de que, con mucho esfuerzo, había podido convencerlos de que, juntos, solicitáramos los servicios de esa escort vip, llegó el momento de explicarles lo de los disfraces.

— Es que no quiero que sepa que soy yo —dije.

— ¡Pero si es una puta! —dijo Nery—. Si te reconoce ¿Qué puede decir? Igual si pagás, se tiene que entregar.

          Otro largo debate, hasta que pude convencerlos de que necesitaba mantener mi identidad en el anonimato.

          De todas formas, tiemblo de miedo al pensar que Jade me pedirá que me saque la máscara. Teníamos algunas ideas para evitarlo, pero no era nada seguro.

          En fin, algún riesgo había que correr. Ahora Nery guarda el auto en un estacionamiento. El edificio queda a dos cuadras. Al fin, voy a ver a mi querida tía en esa otra faceta suya. Al fin voy a conocer a Jade.


El secreto de tía Laura (rebuild)

Capítulo 5

 

Sábado 6 de abril del 2018 23:30 hs

          Diario, como si esto fuera una película de suspenso, no me adelantaré a los hechos, y contaré de manera cronológica cómo sucedieron las cosas. También me callaré los sentimientos que me embargan ahora, mientras tecleo frenéticamente, viendo cómo se forman las palabras en el monitor de la pc, para detenerme a cada rato a borrar y a corregir. Estoy en mi habitación, que se encuentra a oscuras, sólo iluminada el monitor. Miro la pantalla del celular, a ver si tía Laura me contestó el mensaje que le había mandado. Pero aún no lo había leído siquiera. No importa.

          Ahora, dejando el divague de lado, esto fue lo que pasó hace apenas unas horas:

          Si estando en el auto habíamos llamado la atención de la gente, ahora que caminábamos las dos cuadras que faltaban hasta el edificio, todo el mundo se nos quedaba mirando. La verdad es que no era para menos. Era demasiado temprano para salir a una fiesta, por lo que nuestros disfraces resultaban sumamente llamativos. Pero en ese momento en lo último que pensaba era en lo vergonzoso de esa situación, pues tenía el corazón latiéndome a mil por horas. Sentía mis manos transpiradas, y mi cabeza parecía estar en modo automático. Todos los planteamientos que me había hecho hasta el momento ahora habían caído en el olvido. Sólo había una cosa en mi mente: iba a cogerme a mi tía.

— Es temprano —dijo Fer, que con su esmoquin era el único del grupo que estaba masomenos presentable.

— Demos unas vueltas, hasta que se haga la hora —propuso Cufa, que llevaba puesto innecesariamente el casco del disfraz de Batman, probablemente porque prefería que, en el caso de cruzarse con algún conocido, no lo reconocieran.     

          Eso me hizo darme cuenta de algo en lo que no había caído. ¿Y qué tal si tía Laura no estaba en ese momento en el departamento? ¿Qué tal si tenía pensado llegar recién para nuestra cita? En ese caso, era probable que me la cruzara mientras caminábamos por ahí. Eso sería terrible.

— La reputísima madre que me parió —dije, con la voz rasposa, apenas audible, debido a que había hecho todo lo posible por quedar disfónico para que mi voz no se pudiera reconocer.

— Qué pasó —quiso saber Nery, quien con su disfraz de emperador Romano, lejos de sentirse ridículo, parecía creerse todo un galán.

— Ya les dije, no quiero que la mina me reconozca. Me voy a poner la capucha —dije, colocándome la parte superior del disfraz de sipiderman. 

— Pero qué tipo exagerado che —dijo Nery—. La mina debe saber que si se dedica a eso en algún momento se puede cruzar con algún conocido.

— Dejalo que haga las cosas a su manera —dijo Cufa.

          Podía ver a través de las aberturas que tenía en la parte de los ojos, pero, aun así, mi campo visual se reducía mucho. Caminamos un par de cuadras más, y paramos en una esquina. Hablamos de boludeces que no tenían nada que ver con lo que fuimos a hacer, cosa que sirvió para distenderme, aunque solo un poco. De todas formas, yo no era el único que estaba nervioso. Obviamente Cufa lo estaba, ya que no le gustaba nada eso de irse de putas con nosotros, siendo que tenía novia. Pero Fer y Nery, si bien se hacían los cancheros, como si lo que íbamos a hacer no era muy diferente a un trámite, no podían ocultar sus gestos ansiosos, cargados tanto de entusiasmo como de incertidumbre.

— Ya son menos diez —dijo Fer.

          Volvimos sobre nuestros pasos. Nuestro destino era un edificio de unos quince pisos, y parecía que cada piso sólo tenía dos departamentos. Eran increíbles los lujos que podía darse una puta cara como mi tía. No sólo vivía en una casa enorme dentro de un barrio privado, sino que también mantenía un departamento como ese, que seguramente costaría una fortuna. Aunque por otro lado, con las tarifas que cobraba, con solo tener dos clientes por día, ya habría de alcanzarle para la vida que llevaba —y hasta le sobraría dinero—.

          Cufa tocó el timbre. Del intercomunicador nos contestó una voz femenina. No sonaba a Laura, pero supuse que estaba poniendo su voz de puta, esa voz exageradamente condescendiente y melosa. Mi amigo le dijo que éramos los que teníamos turno para las seis de la tarde.

— Un gangbang, venimos por un gangbang —dijo en voz alta.

          Nery y Fer se rieron. Hasta a mí me dio gracia esa aclaración innecesaria. El pobre estaba demasiado nervioso.

          Se escuchó el sonido irritante que quitaba el seguro a la enorme puerta de vidrio. Nery, ansioso, la empujó. Por suerte no había ningún guardia de seguridad en el escritorio de la recepción. Una situación incómoda menos por atravesar. No obstante, un vecino salía a pasear a los perros. Pero sólo se limitó a saludar y a sonreír al ver nuestro aspecto.

          Nos metimos en el ascensor. Íbamos al sexto piso. Sexto B para ser exactos. El viaje fue corto, pero se me hizo eterno. Mi corazón parecía querer salirse de mi pecho. ¿De verdad lo iba a hacer? Si me iba a arrepentir, ese era el último momento para hacerlo. Todavía podía bajar de nuevo, salir del edificio, y volver a casa. Mis amigos lo entenderían, mucho más si les dejaba el dinero para cogerse a mi tía.

          Pero pensar en esto último me dio muchos celos. La idea de que ellos fueran a enfiestarse con ella, y yo quedara autoexcluido, no me terminaba de entrar en la cabeza. Además, ¿Cuándo volvería a juntar esa cantidad de plata? Y ni hablar de todo lo que me había costado llegar a ese punto de mi maquiavélico plan. Los chicos no se dejarían convencer fácilmente para hacerlo de nuevo. No estaba seguro de si las cosas iban a salir bien, pues si Jade se ponía recelosa con lo de los disfraces, y exigía que me quitara la capucha, todo se iría a la mierda. En el mejor de los casos saldría huyendo de ahí sin que me reconozca. En el peor, ella se enteraría de la verdad: que su propio sobrino había ideado todo ese intrincado plan solo para cogérsela. De sólo pensar en eso se me retuerce el estómago. De lo que sí estaba seguro, era de que, si había un momento en el que tenía chances de cogerme a mi tía, era ese.

          Llegamos al dichoso piso. Giramos a la derecha, para encontrarnos con el departamento B.

— La puerta del paraíso —dijo Nery, para luego tocar el timbre—. Estoy más emocionado de lo que había imaginado —agregó después.

          Lo cierto era que todos, incluso Cufa, ahora parecían ansiosos y expectantes, conscientes de que íbamos a vivir una experiencia muy especial. Viendo los atributos de Jade, estaba claro que nos esperaba una velada muy excitante. Ni siquiera Fer, quien era el más fachero del grupo, se había comido jamás un caramelito como ese.

          Y entonces la puerta se abrió. Mis piernas temblaron, casi caigo al piso, pues no parecían responderme. Pero entonces me di cuenta de la terrible verdad.

          No era tía Laura.

— Hola bombones —dijo una chica rubia, en el umbral de la puerta.

          Era una mujer extremadamente hermosa, de eso no cabían dudas. Al igual que Jade, tenía un cuerpo escultural, no sólo de formas sinuosas, sino que se notaba que pasaba mucho tiempo en el gimnasio. Vestía una calza corta que era tan ajustada que en la tela se marcaba la raja de su concha, y arriba una remera suelta. Las tetas, si bien daban la impresión de que podían ser operadas, eran grandes y sensuales. No obstante, no era ella, no era Laura, y si bien hacía lo posible por mostrarse simpática, no tenía ese buen humor natural de mi tía. Por su parte su rostro, si bien estaba lejos de ser poco atractivo, no se comparaba con la hermosa cara de Laura, la cual estaba a la altura de su perfecto cuerpo.

— Hola —dijo Cufa, dubitativo—. Soy Facundo. Tenía un turno con Jade…

— Claro, pasen.

          La chica abrió la puerta de par en par. Nos miramos unos a otros. Nery se encogió de hombros y entró. Supuse que le parecía que la mina estaba lo suficientemente buena como para omitir el hecho de que no se trataba de la misma que habíamos visto en las fotos. Los demás lo seguimos. Fer se mostraba tan entusiasmado como Nery, Cufa seguía tan resignado como desde un principio. Yo, por mi parte, estaba decepcionado, pero a la vez, muy aliviado. Mi corazón empezaba a latir con normalidad. ¿Acaso me había estado engañando desde hacía tanto tiempo? ¿Sería posible que tía Laura finalmente no fuera una escort? No podía ser eso. Yo había comprobado que mi tía y Jade eran las mismas personas. Las fotos podían haber sido robadas, por raro que pudiera ser eso, era perfectamente factible, pero yo había llamado al número que figuraba en la página, delante de la misma Laura, y uno de sus celulares había sonado. Eso demostraba que ella era Jade.  

          Quizás lo que pasaba era que se manejaban de esa manera. Eran un grupo de escorts que ofrecían sus servicios, y cuando llamaba un cliente, atendía cualquiera de ellas. Técnicamente era una estafa, pero eso al menos explicaba lo que sucedía. Además, quizás los clientes que eran engañados no se quejaban, ya que, al igual que nosotros, quedaban conforme con la mercancía que se les ofrecía.

          Me di cuenta de que sentía que me había sacado un enorme peso de encima. Todo aquel plan me tenía con el estrés al punto más alto, y de repente parecía que, después de mucho tiempo, podía respirar con alivio. Incluso pensé en que no sería una mala idea perder la virginidad con esa hembra que nos había abierto la puerta. Realmente era un camión, que no alcanzaba el nivel de Laura (a mi criterio, claro está, porque a los chicos seguro que les daba lo mismo), pero no iba a dejar de ser increíble el polvo que nos daríamos con tremenda mujer como esa.

— Pasen por acá —dijo la chica.

          La seguimos hasta una oscura sala de estar, que estaba iluminada por unas luces rojas que parecían más bien de un boliche. Ahora que la veíamos de espalda, mientras la seguíamos, comprobamos el imponente orto que tenía esa puta que nos había recibido. Un culo más grande que el de la tía, según me pareció, pero se lo notaba firme. Nery aprovechó para pellizcarle una nalga. Vi cómo ese cachete terso y redondo era víctima de los dedos que se cerraban en él. Se me hizo agua la boca. Por primera vez desde que la conocí, la imagen de mi querida tía pareció borrarse de mi mente.

— Primero les voy a pedir que dejen sus celulares acá —dijo, señalando la mesita que estaba al lado de uno de los sofás—. Los hombres suelen ser muy traviesos. Les gusta filmar y sacar fotos. Pero eso está prohibido.

— Claro, no hay problema —dijo Joaco, obediente, dejando su teléfono en la mesita.

          Los demás lo imitamos. La verdad es que se trataba de una medida lógica, como también era lógico pensar que en un grupo de cuatro hombres, iba a haber alguno que quisiera inmortalizar la experiencia.

— Esperen un minuto por favor —dijo la chica.

          Se fue hasta donde supuse que era la habitación. La escuché hablar (imaginé que por celular), y luego largó una carcajada. Seguramente le estaba mencionando a alguien que sus clientes habían aparecido disfrazados.

          Luego Salió nuevamente de la habitación.

          Recién en ese momento me percaté de algo a lo que no le había dado importancia. ¿Acaso su vestimenta no era muy común y corriente? Era cierto que su calza le quedaba perfecta, y que en definitiva terminaría en bolas, pero había imaginado que nos recibiría con una minifalda, o directamente con lencería erótica.

— Ahora pasen al baño por favor —dijo la chica, señalando un pasillo. En el fondo se veía una puerta abierta—. Seguramente con este calor deben estar un poco transpirados. Lávense sus partes. Eso va a ser en su propio beneficio, se los aseguro.

          Fuimos uno por uno al dichoso baño.

— Esta puta nos va a hacer tremendo pete sin globito —comentó Nery.

          Cuando fue mi turno de entrar vi que la piletita del baño estaba más abajo de lo normal. Me llegaba un poco más arriba de mis rodillas. Además, en vez de una canilla tenía una ducha, la cual se podía estirar bastante. Gracias a ese artilugio, puede lavar mis genitales con agua y jabón líquido. Luego me enjuagué y me sequé con papel.

          Volvimos a la sala de estar, donde nos esperaba la infartante escort.

— Pasen —dijo.

          Abrió la puerta y se corrió a un costado. Yo fui el último en entrar. Cuando iba a atravesar el umbral, escuché que Nery decía:

— Vaya, miren al angelito que tenemos acá.

          Quedé petrificado.

Parada al lado de la enorme cama, había otra mujer. Tenía una piel marrón, perfectamente bronceada. Su sonrisa era preciosa, de perfectos dientes blancos, y con pocitos en sus mejillas, que se formaban cuando sonreía. Tenía un cuerpo fitness, un cuerpo que era la envidia de todas las mujeres y el deseo de todos los hombres. Vestía un babydoll blanco con transparencias, que apenas le llagaba un poco más abajo de la cintura, y que dejaba ver su ropa interior de encaje, también blanca. Tal como lo había dicho Nery, parecía un ángel.

Era tía Laura.

— Jade, dejo a los chicos con vos. Tratalos bien —dijo la otra chica de la que no sabíamos el nombre siquiera.

— ¿Cómo es eso? ¿No te quedás con nosotros? —preguntó Nery, aprovechando nuevamente para acariciarle el culo.

— No bebé, salvo que quieras pagar tarifa doble —dijo ella.

          Mi amigo hizo un gesto de decepción.

— Otra vez será —comentó.

          La desconocida rubia abandonó la habitación. Un silencio expectante se adueñó del cuarto. Jade avanzó hacia nosotros, con pasos sensuales, y mirada provocadora, una mirada que nunca le había visto hacer. Era evidente que en ese lugar interpretaba un papel.

— Hola, ¿Vos cómo te llamás? —preguntó, abrazando a Cufa, que pareció morirse de vergüenza, pero por otro lado, no parecía querer que lo suelte. Había dejado la parte superior de su disfraz en el living, por lo que ahora sólo vestía una remera en la parte superior.

— Facundo —dijo.

          Tía Laura le estampó un beso en la boca, que dejó idiotizado a mi pobre amigo.

          Estábamos parados uno al lado del otro, así que fue por el próximo.

— Fernando —dijo el chico de esmoquin, quien, ni de lejos tan tímido como Cufa, rodeó la cintura de la escort, y no se molestó en esperar que le diera un beso en la boca, sino que se lo propinó él mismo. Luego se sacó el saco y lo dejó sobre una silla.

— Nery —se presentó el más desvergonzado de mis camaradas.

          Este no se limitó a abrazarla, sino que sus manos bajaron hacia el destino obvio.

— Que hermoso orto que tenés —dijo.

          Jade se soltó, no sin cierta dificultad, de las manos de mi amigo, y se acercó a mí. Me agarró del rostro. Me pregunté, muerto de miedo, si me quitaría la capucha de sipiderman.

— Yo sé quién sos —dijo.

          Sentí que me moría en ese mismo momento. ¿Que sabía quién era? ¡Qué carajos!

          Mi mente no podía procesar tanta información. Recién estaba cayendo en el hecho de que finalmente sí era Jade quien nos atendería. Y ahora me decía que sabía quién era yo. Me quedé mudo, sin siquiera poder hilvanar una frase coherente en mi cabeza, mucho menos pronunciarla, aunque sí tuve la sensación de que se había terminado todo, y de que ella me odiaría por siempre.

— Sos el que llamó el otro día, el que tiene la cara quemada —dijo, haciendo que mi alma volviera al cuerpo.

— Sí —dije, con mi voz alterada por la disfonía.

          Laura acarició mi rostro a través de la máscara. No podía ver las expresiones de mis amigos, pues tenía el campo visual bastante reducido, pero imaginaba que estaban sorprendidos, ya que no les había contado que en su momento había intentado llevar el plan por mi cuenta, y había fracasado.

— No parece que tengas nada raro —dijo la tía, que en ese momento, de alguna manera, también estaba disfrazada, pues se había convertido en Jade.

— Pero está muy feo el pobre —intervino Nery, cosa que me alegró muchísimo—. Ninguna mujer se quiere acostar con él. Si sigue así, va a ser virgen toda la vida. ¿Vas a hacernos el favor de hacer que conozca la cara de dios?

          Jade rió a causa las palabras de mi amigo.

— La verdad es que tenía miedo de que seas alguno de los clientes que puse en mi lista negra —explicó— Algunos hombres piensan que porque pagan, pueden hacer lo que quieran con nosotras, y eso no es así. Pero cuando Sami me dijo cómo era tu contextura física, me di cuenta de que no eras ninguno de ellos, así que no hay problemas —aseguró, y luego agregó—, y perdón si fui muy brusca cuando hablé con vos.  

          Recordé que cuando la había llamado, nombró a un tal Berni y a un tal Miguenz. Habrían de ser dos viejos gordos, por lo que era imposible que se escondieran detrás del disfraz que yo llevaba puesto. Ahora me pregunto si habían sido violentos con mi querida tía, pero en ese momento me importó un pepino esa cuestión. Lo único que me importaba era que, finalmente, parecía haber logrado sortear todos los obstáculos que me llevaban hasta ella.

Me agarró de la mano, y me llevó hasta la cama, mientras mis amigos nos seguían. Esta vez fui yo quien, con la mano libre, pellizcaba el glúteo de la tía. Me había quitado los guantes del disfraz, por lo que sentía la suavidad de su piel en todo su esplendor. Era la primera vez que lo hacía de manera abierta, sin fingir que la rozaba sin querer, sin forzar una situación que me hiciera sentir esas tersas y profundas nalgas. La pellizqué con más fuerza, y le di una suave nalgada.

— No te olvides que somos cuatro —le recordó Nery.

Él y Fer se empezaron a desnudar, el primero quitándose los zapatos, la camisa y el pantalón, y en el caso de Nery, despojándose de la túnica y la bermuda. Cufa no dijo nada respecto de que no éramos cuatro los que nos la cogeríamos, sino tres. Por lo que supuse que ya estaba pensando en tener alguna participación.

— No se preocupen. Ninguno se va a ir sin acabar al menos una vez —prometió ella.  

          Lo que diferenciaba a Laura de la escort que nos había recibido, y de las mayoría de sus colegas —según imaginaba—, era que no parecía fingir las ganas de ser penetrada por cuatro vergas diferentes. Si bien su tono de voz y sus poses parecían algo exageradas, en sus ojos había un brillito que parecía reflejar un enorme apetito sexual.

— ¿Pensaron de qué manera lo harían? —preguntó. Nos miramos unos a otros. Lo cierto es que no habíamos llegado a ese punto—. No se preocupen —dijo, cuando notó nuestra confusión—. A ver, vos bebé, subite a la cama—. dijo, dirigiéndose a mí.

          Me quité las zapatillas y subí a la cama. Me senté, apoyando mi espalda en el respaldar de madera. Ella se acercó a mí, gateando como una sigilosa pantera. Cuando la tuve encima de mí acaricié su rostro con ternura. Estábamos increíblemente cerca. Me dieron ganas de comerle la boca de un beso, pero no podía quitarme la capucha, así que me limité a frotar sus labios en toda su extensión. A la tía pareció divertirle. Abrió la boca y lo mordió, con la fuerza mínima, sin causarme dolor alguno. Su lengua jugueteó un rato con el dedo. Luego giró la cabeza para dirigirse a mis amigos, que estaban a los pies de la cama, viendo con detenimiento el cuerpo semidesnudo de Laura.

— En el cajón de la mesita hay preservativos. ¿Quién de ustedes va a ser el primero en cogerme? —dijo.

          A pesar de que, dado el contexto en el que estábamos, era obvio que todos iban a cogerla, no pudieron evitar quedar estupefactos ante la frase directa de aquella prostituta de lujo. ¿Cuándo en sus vidas volverían a oír tales palabras de una mujer con una belleza similar a esa? Lo más probable era que nunca.

— Yo te cojo primero mi amor —dijo Nery.

          Si bien todos habíamos llevado profilácticos, él decidió sacar uno que se encontraba en el mencionado cajoncito. Laura se le quedó mirando, mientras abría con bastante soltura el paquete, y se lo colocaba en cuestión de unos segundos. Luego se subió a la cama. Ella volteó su hermoso rostro nuevamente a mí.

— A ver qué tenemos acá —dijo.

          Me bajó el pantalón y corrió la ropa interior. Mi verga apareció ante su vista, quedando apneas unos centímetros separada de su linda boquita. Me sorprendió el hecho de que, hasta ahora, no se me había parado, incluso hasta temí que, por los nervios, no pudiera hacer que se ponga dura. La tía lo envolvió con su suave y cálida mano, con una ternura que me emocionó.

          De repente su cuerpo pareció estremecerse, sus ojos se abrieron, y largó un gemido.

          Vi lo que le estaba haciendo Nery. Le había quitado la tanga, que ahora descansaba en una esquina de la cama, y tenía su rostro enterrado en el trasero de mi querida tía. Si bien no tenía una visión clara, por el movimiento que hacía su cabeza, que subía y bajaba constantemente, parecía que estaba frotando su lengua con fruición, no solo en su ano, sino a todo lo largo de la raya del culo. Por un momento interrumpió ese hipnótico movimiento, sólo para chupar uno de los carnosos glúteos. En ese momento sentí mucha envidia de él.

          Jade largaba débiles gemidos, que supuse, sólo podía oír yo por el momento. Pero estaba claro que disfrutaba de cómo mi amigo le comía el culo.

Después se concentró en mi verga nuevamente. El hecho de ver por unos segundos aquella escena, ya había generado que se me hinchara un poco, por lo que mi temor inicial fue ahuyentado. La tía empezó a masturbarme, no sin dejar de estremecerse mientras sentía la lengua de Nery, que no dejaba de frotarse en su culo. Fue cuestión de segundos para que por fin estuviera al palo. Ella vio el falo erecto que se alzaba en su honor, y luego me miró a mí con una sonrisa pervertida. Sin quitarme los ojos de encima, sacó su lengua y lo frotó en el glande.

La sensación fue mucho más intensa de lo que había imaginado. Tan placentera que casi parecía dolorosa. Mis dientes se cerraron, y el aire salió por entre sus aberturas, haciéndome largar un extraño sonido, como de serpiente. Acaricié su cabeza con ternura. Ella me miró, orgullosa del efecto que había generado ese simple estímulo. Era una lástima que no pudiera llevarme ni siquiera una foto de ese encuentro, porque en ese momento estaba para hacer un cuadro de la imagen que tenía en frente: el hermoso rostro de mi tía, sonriendo, con los lindos hoyitos que se hacían en su mejilla, y con mi verga venosa y tiesa frente a ella.

Volvió a lamerme, pero esta vez lo hizo a todo lo largo del tronco. No se sentía tan increíblemente bien como cuando lo hizo en el glande, pero aun así era una sensación enloquecedora, además, si se dedicaba a chuparme únicamente en la cabeza de la verga, no iba a aguantar mucho tiempo hasta acabar.

De repente se vio obligada a interrumpir su mamada. Su cuerpo fue sacudido, y largó un gemido, ahora más fuerte que los anteriores. Vi que Nery ya la estaba montando. Empujaba con su pelvis con mucha fuerza, cosa que hacía sacudirse a Jade.

— Más despacito, así se la puedo chupar —indicó ella—. Después me la vas a poder meter más fuerte —prometió luego.

— Está bien, todo sea por Luchito —cedió él.

          Disminuyó la intensidad de sus embestidas, aunque no tanto como yo —y supuse que ella— lo había imaginado. Aun así, Laura se las ingenió para lamer el tronco nuevamente, dejando un sendero de humedad ahí por donde pasaba su lengua babosa. Y luego, finalmente, se lo llevó a la boca.

          Vi, con un deleite indescriptible, cómo los labios se separaban, y mi verga era engullida por mi tía. A su mamada la acompañó con una tierna masturbación. Sus dedos, presionando con la fuerza justa y necesaria, se frotaban incansablemente con el tronco, mientras ella se comía la verga. Su lengua de víbora me hacía poner los ojos en blanco. Ella tenía los ojitos cerrados, y parecía estar disfrutando mucho del sabor de la piel gruesa, de la blandura del glande, y del presemen, que ya salía, para quedar invisible al mezclarse con su saliva.

          Por ridículo que suene, en ese momento, mientras tragaba mi verga, y mi amigo se la montaba por detrás, y los otros dos observaban la escena con fascinación, la amé más que nunca, y deseé con todas mis fuerzas que esa mamada se repitiera muchas veces. En ese momento decidí que esa no sería la última vez que estaría con mi tía.

          Nery, dominado por una lujuria incontrolable, había empezado a darle maza con todas sus fuerzas, ignorando lo que ella le había pedido. Laura liberó mi verga, pues con los estremecimientos que le provocaba la verga de mi amigo, podía llegar a darme un mordisco sin intención. Un mechón de pelo cubrió su exquisito rostro. Se lo corrí detrás de la oreja, pues quería ver con lujo de detalles la expresión que tenía mientras Nery se la metía una y otra vez. Jade empezó a gemir de placer de manera intensa. Mi experiencia sexual era nula, pero me daba la sensación de que no era un goce fingido. La tía realmente estaba disfrutando de cómo aquel pendejo que no llegaba ni a los veinte años, se la metía con toda su fuerza. Vi cómo Nery apretujaba las nalgas de ella, mientras hacía esos repetitivos movimientos pélvicos.

— Si querés acabame en la cola, pero después límpiame con eso —dijo Jade, señalando después con la cabeza un rollo de cocina y un paquete de toallitas húmedas que estaba sobre la mesita de luz.  

          Estaba claro que la muy puta tenía mucha experiencia en orgías. Estaba preparada para poder higienizarse sin la necesidad de interrumpirse e ir al baño, lo que sería un verdadero problema para mí, pues todo indicaba que Nery iba a venirse primero que yo y no quería que deje de estimular mi verga durante tanto tiempo.

          Las palabras de la escort parecieron música para los oídos de mi amigo, quien ahora empezó a penetrar con una fuerza y una velocidad impresionante. Estaba claro que estaba a punto de acabar, ya que era imposible que siguiera a ese ritmo por mucho tiempo.

          Se escuchaba el sonido, como si fuera un aplauso, cuando la verga se introducía en mi tía por completo, y sus muslos y los testículos impactaban con las nalgas. Sus dedos ahora se apretaban con violencia en las caderas de la hembra a la que estaba cabalgando. Mientras tanto, ella se las ingeniaba para masajear mi verga con sus manos, aunque aún no veía conveniente volver a llevársela a la boca.

          Repentinamente Nery interrumpió su frenética cogida. Se sacó el preservativo, al cual dejó sobre la cama, y empezó a masturbarse, magreando el orto de mi tía con su mano libre.

— ¿Así que querés la leche en el culo? —dijo, jadeante—. Acá tenés, putita.

          Largó un grito animal, mientras de su verga brotaba el líquido blanco, que, en tres potentes chorros, fue a ensuciar las deliciosas nalgas de Laura. Vi el semen, sobre esa parte de una redondez perfecta. Mi amigo quedó agitado a los pies de la cama, como si no le quedaran energías para nada más.

          Cufa, quien al igual que Fer había quedado estupefacto ante esa imagen tan grotesca y hermosa a la vez, atinó a agarrar el papel y las toallitas húmedas.

— Tomá, limpiala —dijo, entregándole tres pedazos de rollo de cocina a Nery.

          Mientras este último le limpiaba el culo, aprovechando para frotar nuevamente el hermoso orto mientras pasaba el papel por él, tía Laura escupió sobre mi verga, cosa que me sorprendió. La abundante saliva cayó sobre el glande, y luego fue deslizándose lentamente por el tronco. Entonces ella, mientras sostenía el falo con una mano, con la otra se dispuso a frotar, usando la yema de sus cinco dedos, desde el tronco, hasta el glande. Era un movimiento similar al que hacen esas máquinas que suelen haber en las ferias, en las que un gancho baja para agarrar un juguete que hay en ella. La saliva mezclada con el presemen, formaban una sustancia resbaladiza, pero con cierta viscosidad que hacía que los dedos se resbalaran, pero como si tuvieran cierta resistencia. La sensación era casi tan increíble como la mamada.

          Y entonces, mientras gozaba de ese masaje peneano, vi algo que no me sorprendió del todo. Nery estaba a un costado, ahora limpiándose con papel de cocina su propia verga. Pero el que estaba detrás de mi tía no era otro que el tímido Cufa, el hombre más fiel que conocía. Había sacado una toallita húmeda del paquete, y ahora se disponía a pasarlo por el monumental trasero que tenía en sus narices. Vi cómo se mordía el labio inferior, mientras su mano, lenta, se frotaba por aquel espectacular orto. Después sacó otra toalla, y la pasó por la raja del culo, ahí donde Nery no había dejado semen, pero sí un montón de saliva.

          Ahora Laura se llevaba mi verga, increíblemente babosa, a la boca. Cufa, en la última etapa de esa higiénica y erotizante tarea que se había autoimpuesto, procedía a secar con más papel de cocina, ahí, donde había quedado humedad. Y entonces, otra vez sin que me sorprenda del todo, pero no por eso sin lograr que llamara mi atención, empezó a comerle el ojete a mi tía.

— Se siente rico, ¿Eh, pervertido? —dijo Nery, burlándose de él.

          Fer, que era el único que hasta ahora no había hecho nada, empezó a masturbarse, al ver cómo el otro degustaba el culo de la escort, mientras que ella me comía mi pija con vehemencia.

          Si existía el paraíso, era ese. Rodeado de amigos que me apreciaban de verdad, y mi tía haciéndome una espectacular mamada.

— ¿Vas a acabar? —preguntó ella.

          Asentí con la cabeza, incapaz de mentir, pues yo mismo sentía que no iba a poder contener por mucho tiempo toda más la leche que hervía en mi interior.

          Laura dejó de chupármela, para luego masturbarme, mirándome a los ojos con su hermosa carita de puta mientras lo hacía. Su mano se sentía cálida, y mi miembro parecía que estaba recién barnizado, de todo el líquido que tenía encima. No tardé en sentir cómo el semen atravesaba el interior de mi verga para luego salir expulsado con una potencia inusitada. Un montón de cálida leche saltó y fue a parar a mi propio ombligo, y otro tanto casi llegó a mi pecho, pues la potencia había sido mucha.

          En esa expulsión de placer se reducía todo por lo que había luchado durante los últimos meses. Y no dudaba de que valía la pena. Tanto estrés y frustración por fin liberados en forma de eyaculación.

— A ver Lucho, dejame espacio, no doy más —dijo Fer, bajándome de la nube en la que estaba flotando.

          No obstante, no fue necesario que me hiciera a un lado. La cama era lo suficientemente grande como para que quedáramos uno al lado del otro. Fernando estaba completamente en pelotas, con la verga al palo. La tía se movió hacia donde él estaba, agarró la verga que este le ofrecía, y se la llevó a la boca. La cara de alivio y placer de mi amigo expresaba lo que sentíamos todos.

          Nery me alcanzó papel. Yo me limpié, pero preferí ir al baño para lavarme a consciencia, pues me hubiera gustado que me la mamara nuevamente.

          Tardé apenas unos minutos en hacerlo, pero cuando volví, me encontré con una imagen completamente diferente. Ahora tía Laura estaba boca arriba, completamente en pelotas, despojada de su sensual babydoll y del corpiño. Ya no se la estaba chupando a Fer, sino que más bien, él se la estaba cogiendo por la boca. Estaba en cuclillas en la cabecera de la cama, y hacía movimientos pélvicos con los que le clavaba la verga por completo, al punto que sus bolas peludas terminaban por chocar con esa carita de facciones angelicales. Ella parecía poder lidiar con tal instrumento, aunque por momentos le daba unos golpecitos en la barriga plana de mi amigo, como para indicarle que le diera un respiro por unos segundos.

          Mientras tanto, Cufa se había decidido a penetrarla. La lealtad hacia su novia había sido tirada a la basura. No obstante, estaba contento por él, pues estaba participando activamente de esa experiencia que sería inolvidable para todos nosotros.

          A la pornográfica escena que se desarrollaba, había que agregarle a Nery, quien ahora le comía las tetas con una desesperación contagiosa. Ciertamente, ahora ese par de hermosas tetas parecían haber abierto mi apetito.

          Me acerqué, para verlos bien de cerca. El rostro de tía Laura estaba colorado, y una lágrima salía de su ojo para ir a caer sobre las sábanas. Dudaba de que estuviera llorando, pues en todo momento pareció disfrutar de ese garche grupal. Seguramente se debía a la verga que una y otra vez violaba su boca.

Cufa le daba con dureza, pero por lo visto su instrumento era más humilde que el de Nery, porque no provocaba gran cosa en ella, aunque cuando Fer la liberaba de su lanza por unos instantes, largaba un gemido que era música para los oídos de todos.

          Me incliné y pellizqué el pezón que mi amigo no estaba chupando. Estaba duro y puntiagudo, y ella acusó recibo de lo que le hice, pues se retorció en la cama cuando lo presioné con mis dedos.

          Realmente sentía que estaba como en un sueño. Tenía miedo de despertarme y darme cuenta de que nada de lo que estaba sucediendo era real. Pero en ese momento, como si tía Laura quisiera sacarme esas ideas de la cabeza, extendió su mano y agarró mi verga, para empezar a masturbarme.

          Dejé de jugar con su pezón, y me puse de pie, para que pudiera hacerlo con mayor comodidad. Me di cuenta de que estaba haciendo exactamente lo mismo con Nery. Nos masturbaba a ambos mientras los otros dos no dejaban de darle pija. Había pensado que no había mayor hermosura que la que conocía en ella. Pero ahora que la veía, totalmente desnuda, y lidiando con cuatro vergas a la vez, me daba cuenta de que era recién ahora que alcanzaba a ver su belleza en su máximo esplendor. 

          Era realmente admirable que pudiera sincronizar los movimientos de sus dos manos, dándonos placer a dos de nosotros, mientras los otros dos no tenían reparos en ensartarles sus vergas con violencia.

          Cufa acabó, largando un gemido potente que no hubiera imaginado que sería capaz de emitir. Sin embargo no había podido advertir su orgasmo y por ende acabó con el preservativo puesto, perdiéndose la oportunidad de derramar su semen en el perfecto cuerpo que había estado montando.

          Y entonces lo supe. Ese era mi momento. Nery pareció leer mi mente, porque me tiró un paquete de preservativos. Lo agarré en el aire. Separé mi verga de esa suave y hábil mano, terminé por quitarme el pantalón, y me puse el forro, no sin cierta dificultad, ya que carecía de expertís en ese arte. Coloqué mi cuerpo en paralelo a ella. Ahora estaba muy ocupada, tratando de no ahogarse con la verga que se quería meter hasta su garganta, por lo que no podía ver su carita, cuando, con un suave movimiento, por fin pude estar dentro suyo.

          Me aferré a sus tetas, y de a poco, fui aumentando la intensidad. Se sentía muy bien, aunque lo cierto es que estaba tan dilatada, que la fricción que sentía cuando se la metía, era mínima. Pero lejos estaba de quejarme. Lo había logrado, al fin lo había conseguido. Me estaba cogiendo a mi tía.

— A ver trolita, acá tenés la lechita que tanto te gusta —dijo Fer, que por lo visto ya estaba listo para acabar.

          No fue un detalle que haya pasado desapercibido el hecho de que no parecía molestarle las frases vejatorias que de repente lanzaban mis amigos. Por lo visto, en la cama permitía cierto nivel de degradación.

          Mi amigo apuntó su verga babeante a la cara de Laura. Me sorprendió que ella no se opusiera a lo que estaba a punto de hacerle. Si sabía eso, yo mismo hubiera acabado en su cara. Pero ahora qué importaba.

          Fer eyaculó, y su leche impactó en el rostro de mi tía. Sus hermosas facciones ahora manchadas por esa blancura que se deslizaba lentamente, tanto por su mejilla, como por su mentón y su frente.

          Cufa se dispuso a darle papel para que se limpiara.

— No —lo interrumpí con mi voz ronca.

          Quería que se quedara así, con su carita repleta de leche. Me gustaba verla de esa manera. Me excitaba mucho.

          Así que, aferrado a esas hermosas tetas que tantas veces había admirado, embestí sobre ella, una y otra vez. Había perdido por completo la noción del tiempo. No tenía idea de cuánto tiempo quedaba a ese turno que habíamos pagado, pero no pensaba soltar esos senos hasta que acabara nuevamente.

          Ya no aguantaba más. Los masajes que me había hecho mientras se la cogía Cufa, habían provocado que ya estuviera muy estimulado cuando empecé a montarla. Pero de todas formas, los minutos que estuve encima de ella fueron bastantes, y más que suficientes para gozar hasta el máximo nivel de esa locura que yo mismo había armado.

          Me quité el preservativo. Me acerqué a ella y me arrodillé al lado de su cara. Laura miró mi verga, agitándose a centímetros de su rostro. El semen que tenía encima todavía no terminaba de caer sobre la cama. Entonces fue mi falo el que ahora escupió sus propios fluidos. Fue un orgasmo intenso, y mucho más largo que los que tenía cuando me masturbaba. Sentí mi cuerpo tensionado incluso cuando ya había largado hasta la última gota en ella.

          Me quedé mirándola, embelesado. Ahora la cantidad de semen que tenía encima era muy abundante. Mi adorada tía sonrió, contenta de verse rodeada de tantas vergas y tanto semen. En ese momento pensé que quizás Jade no era su segunda personalidad. Quizás era la original, y la inventada era Laura.

— Bueno. Eso estuvo muy bien chicos —dijo, totalmente agitada.

          Ahora sí, Cufa la ayudó a limpiarse, aunque necesitó que le dé más papel para absorber toda la leche que tenía en la piel. Luego se metió salió de la cama, mostrándonos su perfecta desnudez, y se metió en el baño.

          Nosotros nos vestimos en silencio, pues no había mucho que decir en ese momento. Laura apareció en la habitación después de unos minutos. Agarró su tanguita y se la puso. Cuando se ponía el babydoll, Nery empezó a manosearle el orto.

— Vas a tener que reservar otro turno si querés seguir tocándome —dijo ella, aunque no estaba en absoluto molesta de que le estuviera magreando la nalga.

— Ya lo creo que lo voy a hacer —aseguró él.

          Eso me dio escalofrío. El hecho de que alguno de mis amigos volviera en solitario e intimara con ella, no me gustaba nada. Pero ahora me doy cuneta de que sólo estaba fanfarroneando. Nery se aburría de las cosas con la misma rapidez con la que se interesaba por ella. Además, la tarifa de Jade era muy cara para él.

          La despedida fue algo fría. Aunque sabía que era cierto que la había pasado bien. Seguramente estaba agotada después de haberse enfiestado con cuatro tipos.

— Acá están sus celulares —dijo, entregándonos la canastita en donde estaban guardados.

          Quizás fue mi imaginación, pero pareció detenerse al observar el que yo recogía. Me pregunté si lo había reconocido. Quizás así era, pero lo cierto es que hay muchos celulares de esos, con ese mismo estuche. Aunque por otra parte, si tenía en cuenta el hecho de que yo había aparecido encapuchado, y que apenas había hablado, podría hacer dos más dos y así descubrir la verdad.

          En todo caso, ese era un temor con el que lidiaría más adelante. En ese momento estaba feliz, ya que por fin me cogí a mi tía.

          Sin embargo, mientras escribo estas líneas me doy cuenta de algo. Esos polvos que le eché, me saciaron en su momento, pero ahora, a habiendo pasado apenas algunas horas, ya la deseaba de nuevo.

          Así que estaba decidido. Volvería a buscar la manera de cogerme a tía Laura.

          Suena el timbre de mi teléfono. Es ella. Le había preguntado cómo estuvo su día. “Genial, fue un día hermoso”, dijo.

 

Continuará