Capítulo 4
Sábado 17 de marzo del 2018
— ¡¿Qué hacés?! —dijo, sorprendida, pues yo había entrado
sin golpear siquiera.
— Yo lo sé tía —dije, susurrando, ya que no quería que
mis viejos me escucharan—. Yo sé la verdad sobre vos.
Ella
estaba recostada sobre la cama, aunque no estaba cubierta por las sábanas. Su
sensual cuerpo, vestido con un short y una remera vieja, se irguió, para
mirarme con asombro, y según creí notar en ese momento, también con mucho
miedo.
— ¿De qué estás hablando? —preguntó, ahora frunciendo el
ceño—. ¿Qué es lo que sabés de mi? O mejor dicho… ¿qué es lo que creés saber de
mí?
Mi cabeza
envenenada con el alcohol aún conservaba cierta lucidez. No era buen momento
para decirle que sabía que era una puta ¿Qué ganaría con eso? Nada. Además,
todavía tenía un rebuscado plan en mente. Hasta que no lo pusiese a prueba, no
tenía sentido adelantarme. Pero ahora estaba en un problema. ¿Qué carajos le
diría? ¿Quién me había mandado a abrir la boca sin pensarlo?
Lo pensé
un rato. Balbuceé cualquier cosa, para hacer tiempo, hasta que pude largarle:
— Yo sé que sufrís mucho —dije—. Cualquiera que te vea
puede pensar que sos una mina que se lleva el mundo por delante. Pero yo sé que
sufrís por el abandono de tu papá, y también porque pensás que los hombres sólo
te quieren para acostarse con vos y después desecharte.
No estaba
seguro de si iba a funcionar. Después de todo, ella misma me había contado
sobre su relación conflictiva con los hombres, así que no es que hubiese
descubierto un gran secreto ni mucho menos. Lo de su padre, en cambio, había
sido una suposición mía, que esperaba haya dado en el calvo.
Sin darle
tiempo a responder, me acerqué a ella. Tomé su mano con ternura, y agregué:
— Pero yo te quiero de verdad. Y no sólo por tu aspecto
—dije.
— Así que “no sólo por mi aspecto” —repitió ella, poniendo
mucho énfasis en la última frase, mirándome con intensidad, como esperando a
que yo comprendiera algo detrás de esas palabras, cosa que, como es natural, no
sucedió—. Así que también me querés por mi apariencia. Algo bastante raro
viniendo de un sobrino —agregó ella, cuando vio que yo no iba a responder.
— ¿Qué? No —balbuceé yo—. No me refería a eso.
— ¿Pensás que no me di cuenta de que el otro día quisiste
besarme? —dijo la tía.
— No. Eso fue… un accidente. Eso fue un accidente
—repetí, para que me creyera. Aferré con más fuerza su mano.
— No, no lo fue. Además, aunque eso no hubiese pasado…
Tus miradas, tus toqueteos “accidentales”… —largó un suspiro, y ahora
pareció mirarme con algo de ternura—. No creas que te culpo. Sos apenas un
chico, y me conociste siendo ya un adolescente. Supongo que te debe costar
verme realmente como una tía —explicó, haciéndose eco de algo que me había
dicho a mí mismo en varias ocasiones—. Yo soy consciente de las cosas que
despierto en los hombres. Pero en tu caso, debo poner un límite. Pensé que al
acercarme a vos y pasar el tiempo juntos, iba a poder hacer que me consideres
realmente tu tía, pero veo que logré el efecto opuesto.
— Por eso no me hablaste en todos estos días —dije.
— Yo te quiero mucho —contestó, acariciando mi mejilla
con la mano que yo le había dejado libre—. En este poco tiempo me encariñé
mucho con vos. Pero decidí mantener cierta distancia. No lo hago solo por mí,
sino más que nada, lo hago por vos. Para que no te hagas ideas raras en la cabeza.
Es mejor que no nos veamos a solas por un tiempo, para que no te confundas.
Pero pienso venir a visitarlos de seguido.
— Entonces ¿No estás enojada conmigo? —quise saber.
— No, claro que no. Y lo que pasó, va a quedar entre
nosotros. Siempre y cuando no vuelva a suceder.
Estaba muy
cerca de ella. Estuve a punto de tirármele encima y comerla a besos. Pero lo
último que había dicho me detuvo. No quería que le contara a mamá de mi
comportamiento. Eso me daría mucha vergüenza. Decidí irme de la habitación
inmediatamente, ya que no sabía lo que era capaz de hacer si seguía así, tan
cerquita de tía Laura, tomando su mano, mientras ella me acariciaba la mejilla.
— Okey, que descanses —me despedí, sintiendo mis ojos
ardiendo.
Me costó
mucho conciliar el sueño. Si no fuese por el alcohol, seguramente no hubiese
pegado ojo en toda la noche. Por suerte, cuando me levanté, pasado el mediodía,
ella ya no estaba en casa.
Supongo
diario, que este es el momento de decir basta. Debería respetar su decisión.
Ella nunca estaría con un sobrino de diecinueve años que no sabía nada de la
vida. No tenía chances.
Pero no
puedo hacerlo. Más bien al contrario, ahora mi determinación es más firme que
antes. Quiero cogerme a tía Laura, diario.
Miércoles 21 de marzo del 2018
Estoy teniendo un autocontrol que no
creí que podría alcanzar a dominar. Cuatro días sin siquiera mandarle un mensaje.
El temor a que me deje el visto o que me responda de manera fría y escueta, me
ayudan a hacerlo. Además, veo una luz de esperanza.
Le pedí a papá que me adelantara la
mesada de abril, pero no hubo caso. Además, aprovechó para sacarme en cara el
hecho de que me estaba tardando mucho en conseguir un trabajo. Viejo rata.
Bueno, a esperar hasta abril. Mientras tanto, estoy vendiendo en Mercadolibre
algunos mangas y comics que ya no leo. En todo caso, hoy en día se encuentra
todo en internet, si quisiera volver a leerlos, lo haría en mi computadora y
listo. Debía sacar plata de todos los lugares que pudiera, ya que con lo que
tenía ahorrado, y con la mesada, no me bastaría.
Viernes 23 de marzo del 2018
Compré
tintura para el cabello. Un rubio muy claro que no me quedaría tan mal. Vi en
internet cómo teñirse el cabello uno mismo, pero lo más probable es que vaya a
una peluquería a hacerlo. Pero ¿Cómo evitar que mis viejos no se enteren de mi
cambio de look? Ese detalle era esencial.
Sábado 24 de marzo del 2018
Puse en
sobreaviso a Cufa. Era probable que en una semana lo necesitara. Debía estar
alerta y disponible. De mis tres mejores amigos era la mejor opción. Tiene los
padres menos hinchapelotas, su casa es la más cercana al centro, y es el que
menos preguntas va a hacer. Cufa es de fierro.
Estoy
encerrado en mi habitación. Me pongo los auriculares. Canto, como perro, pero
canto, los temas que reproduce mi celular. Fuerzo las cuerdas vocales. Cada vez
que puedo, grito. Siento la garganta adolorida. La voz me sale rasposa. Sí, es
por ahí. Pero debo dejarlo para dentro de algunos días.
Jueves 29 de marzo del 2018
Vino la
tía de visita. A ver a mamá, claro. A mí me ve sólo de paso. Se muestra
simpática. Me pregunta por mis cosas. Es cierto que no parece guardar ningún
rencor. Más bien pareciera que se culpa a ella misma por lo sucedido. Como si
el hecho de estar tan buena y calentar a todo hombre que se cruce en su camino,
fuera un superpoder que no puede controlar, y que detesta con toda su alma. Le
hablé lo justo y necesario. Me gustó verla desconcertada. A la noche me
preguntó si estaba todo bien. Le respondí que sí, y no puse nada más. Vi que
estaba escribiendo. Me alegró que la psicología inversa funcionara. Legré
captar su atención al haberla ignorado. Pero al final no me envió ningún otro
mensaje. La puta madre. Pero no decaí. Me aferré a la pequeña esperanza que
creía tener gracias a mi plan.
Sábado 31 de
marzo del 2018
Llegó la
hora. Configuré mi teléfono para que, al usarlo, aparezca con el número
privado. Llamé a Jade. El teléfono sonó una vez, dos veces, tres veces. No
atendía. Mis dedos transpiraban. Colgué, y la llamé de nuevo. No atendía. Otra
vez, y no atendió. Supuse que estaría ocupada. Con un cliente quizás. Dejé
pasar una hora, que según tenía entendido, era el tiempo que solía demorar una
puta en atender a un cliente. Llamé otra vez. No atendió. ¡La reputísima madre
que la parió! Grité. Mamá subió al cuarto a preguntarme qué carajos me pasaba.
— Nada, es solo que no puedo encontrar los subtítulos
para una película que descargué —respondí.
— Pero no podés ponerte así por esa pavada —dijo mamá, y
me dejó solo.
La llamé
media hora después, y una hora más tarde. Jade no levantaba el teléfono. Qué
carajos. Entré a la página de escorts en donde la había encontrado aquella vez,
para ver si había cambiado de número. Su perfil estaba ahí, incluso con un par
de fotos nuevas, y un par de experiencias relatadas por los clientes que no
había leído la primera vez. En su ficha de datos personales encontré la
respuesta que buscaba. El número que aparecía en el encabezado, junto a su
nombre, era el mismo. Pero debajo de todo, entre paréntesis, la tía había
agregado una corta nota: “No atiendo a números privados”, decía.
Al menos
era un alivio saber que seguía ejerciendo la prostitución. Pensé en si sería
buena idea llamarla desde mi teléfono, con el número visible. Dudaba que me
tuviera agendado en ese celular clandestino, y mucho más improbable era que
recordara mi número de memoria. Pero era un riesgo que no convenía correr. Ya
de por sí me estaba arriesgando mucho.
Salí de mi
cuarto y bajé las escaleras corriendo. Mamá me dijo algo cuando me vio salir a
las apuradas, pero no alcancé a escucharla. Fui a un quiosco, y pregunté si
vendían chips para celulares. Por fin una buena. El vendedor me dijo que sí, y
me lo vendió por cincuenta mangos. Me encerré en mi cuarto nuevamente. Llamé a
Jade.
— Hola —saludó ella del otro lado. Usaba un tono
diferente al que utilizaba cuando se hacía llamar Laura. Era el tono que supuse
ponían las putas para dejar en claro que eran putas. Me esforcé para que mi voz
saliera diferente a como me escuchaba normalmente. Más gruesa, digamos. Dicen
que el que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón, así que hacerme pasar
por un cliente, sin decirle que era Luis, su sobrino, no me daba remordimientos
de consciencia, ya que ella, en cierto punto, también me mentía.
— Hola —dije, suponiendo que mi identidad había quedado
oculta gracias al esfuerzo que estaba haciendo con mis cuerdas vocales—. Quería
saber sobre tus servicios.
Tía Laura,
con su voz de puta, me dijo lo que yo ya sabía. Por suerte no había aumentado
su ya de por sí elevado arancel. Trescientos dólares una hora con servicio
completo.
— Perfecto —dije, lleno de alegría, pues la primera parte
de mi plan estaba funcionando—. ¿Cuándo tenés libre para atenderme?
— Bueno, si querés, podés venir mañana mismo, a las cinco
de la tarde, que me quedó un turno disponible.
Las putas
trabajaban hasta los domingos. Vaya descubrimiento. Y eso que una escort como
tía Laura, alias Jade, podría darse el lujo de nunca trabajar los fines de
semanas ni los feriados. Bah, eso era lo que imaginaba.
No podía
creer que estaba a menos de un día de poder, al fin, cogerme a tía Laura. Pero
de repente recordé que el domingo era apenas primero de abril. El viejo no
solía darme mi mesada hasta el tercer o cuarto día del mes. La puta madre. No
me costaba nada tener un poco de paciencia y esperar esos días. Después de todo
lo que había aguantado, eso no era nada. Pero no me pude contener. No podía ser
que el polvo con tía Laura estuviera a la vuelta de la esquina, y no lo fuera a
concretar. Hoy mismo le rogaré a papá que me dé la mesada. Si fuera necesario,
le diría la verdad, o al menos parte de ella. Le contaría que tenía una cita
con una chica que me había costado mucho trabajo convencer de que saliera
conmigo. La solidaridad masculina me salvaría.
— Me parece perfecto —dije—. Sólo hay un problema.
— Cuál —quiso saber ella. De repente ya no parecía tan
simpática y servicial como demostró ser en un primer momento.
— Es que… —dije, esforzándome por transformar mi voz—. Es
que hace algunos años sufrí un accidente, y… me quemé la cara.
— ¿Ah sí? —preguntó ella, ahora pareciendo desconfiada.
— Sí, y no quiero hacerte pasar un mal momento cuando me
veas. Así que quizás, si llevo la cara tapada con algo. Bueno…
— Mirá, disculpame, pero esto me parece medio raro. ¿No
serás Berni? ¿O Miguenz? Si sos un cliente que ya puse en la lista negra, no
insistas.
— ¿Qué? ¡No! —dije, viendo cómo mi plan se iba a la
mierda por algo que ni siquiera era mi culpa. La reputísima madre que los re
mil parió a Miguenz y Berni.
— Y si no sos ninguno de ellos, bueno, lo siento, pero
prefiero no correr el riesgo. Ya conseguirás otra chica que te guste. Bye bye
—dijo la tía, y cortó.
Me tiré a
la cama, como si acabara de recibir una paliza. Estaba tan cerca…
O quizás
no. Después de todo, el plan era muy tirado de los pelos. Y si la primera etapa
había fallado con tanta facilidad, no me quería imaginar lo que ocurriría con
la segunda y tercer etapa, que eran mucho más difíciles de lograr.
La cosa
era así: una vez que Jade aceptara y me diera un turno, esperaría a que llegara
el día, que en este caso hubiera sido al día siguiente. Volvería a hacer eso de
escuchar música, y ponerme a cantar, para forzar mis cuerdas vocales, hasta
dañarlas. De esa manera sería más fácil simular una voz diferente a la mía. Ese
mismo día me teñiría el pelo de color rubio en una peluquería. Luego entraría
en acción Cufa. Él me recibiría en su casa, y me permitiría ponerme el disfraz
ahí, pues no quería dar explicaciones en casa. Ah sí, me olvidaba de esa parte.
Alquilaría un disfraz. Ya tenía visto uno de La casa de papel, con máscara y
todo. Saldría de lo de mi amigo vestido de esa manera. Si fuera necesario
también le diría parte de la verdad, tal y como pensaba hacer con el viejo. En
fin, me presentaría con esa apariencia en lo de Jade. Se suponía que cuando
había hablado con ella, la convencería de recibirme de esa forma. Apelaría a su
bondad —y si era necesario, a su lástima—. Me haría pasar por un chico
desfigurado que quería tener su primera relación sexual. Una vez que estuviéramos
intimando, apagaría todas las luces, y ahí, pudiendo librarme de la máscara,
devoraría a tía Laura, y me sacaría toda la calentura que vengo arrastrando
desde que la conozco.
Repasándolo
ahora, realmente parece un plan bastante demencial. Pero no era imposible de
lograr. El hecho de que fracasara debido a unos desconocidos me llena de
bronca.
Pero no
tenía que darme por vencido. Recordé que en un momento había elucubrado otro
plan, pero lo había desechado porque involucraría a más personas. Sin embargo,
ahora aparecía como una posibilidad. Una vez más pensé en apelar a la
solidaridad masculina.
Domingo 1 de
abril del 2018
Por suerte
fue fácil reunirlos. Ninguno de los tres tenía nada que hacer ese día. Cufa,
que era el que sabía que me traía algo entre manos, aunque no conocía los
detalles, les explicó a los demás que yo los necesitaba.
Estaba
dando un último manotazo de ahogado, lo sabía, pero si no podía confiar en mis
amigos —por más que a veces se comportaran como unos idiotas— ¿En quién iba a
poder confiar?
Al
principio se mostraron escépticos. Principalmente Cufa, quien tenía novia, y
veía todo el asunto con malos ojos. Nery y Fer no veían trabas morales, pero les
parecía todo demasiado rebuscado, e incluso absurdo. Pero cuando les expliqué
los motivos que me llevaban a hacer las cosas de esa manera, dieron el brazo a
torcer.
— Puede ser divertido —dijo Fer.
— Está bien. Yo te banco, pero no voy a participar —comentó
Cufa.
— Dale, hagámoslo por el loquito de Lucho —apoyó Nery.
Miércoles 3 de
abril del 2018
Papá me
dio la mesada. Nunca antes había sentido que había esperado tanto para que me entregara
ese dinero. Pero al fin lo tenía. Ahora lo económico ya no era un impedimento. Le
escribí a Cufa para que se encargara de su parte del plan. Para mi alegría, me
dijo que ya estaba hecho. Sólo faltaba asegurarse de que mis amigos no dieran
marcha atrás. Les recalcaba, cada vez que podía, lo importante que era para mí
que se hiciera todo como yo lo había dispuesto.
Viernes 5 de
abril del 2018
Qué
casualidad. Justo hoy vino a almorzar con nosotros tía Laura. Estaba hermosa,
con una pollerita de jean bien ajustada, aunque más larga de lo que me hubiese
gustado. El viejo no podía disimular el hambre que le tenía. Por suerte mamá no
era de prestar atención a esas cosas, o quizás no le importaba.
Yo estaba
sentado frente a ella, quien, cada tanto, me largaba una mirada cargada de
curiosidad. Actúe con normalidad, tratándola cordialmente y bromeando con ella
cada vez que la oportunidad se presentaba. Me encantaba cuando sonreía y se le
hacían esos divertidos hoyuelos en sus mejillas.
No tuvimos
oportunidad de estar a solas. Cuando mamá abandonaba la mesa, teníamos aun a
papá con nosotros. A la tarde se fueron a la sala de estar a tomar el té con mamá.
Me fui a mi habitación, no sin sentir tremendas ganas de estar un ratito con
ella, replicando todos esos momentos que habíamos pasado juntos.
Pero
suponía que ya nada iba a ser como entonces. Yo la había cagado. Ella se había
hecho la tonta todas las veces que toqué sus partes, supuestamente sin
intención. En el shopping y en la pileta no había perdido oportunidad de rozar
sus tersas piernas, y su sólido culo, cada vez que podía, y no dejaba de
desnudarla con la mirada. Hasta había llegado al punto de espiarla en el
cambiador de una tienda. Había salido indemne de todo eso, pero había exagerado
con eso de intentar besarla.
Ese
maldito amague de beso fue el que sepultó mi relación con ella. Cuando quise
comerle la boca, ella sumó dos más dos y se dio cuenta de que todo lo demás no
había sido accidental. Según Laura, ya se había dado cuenta de antes, pero lo
dudaba.
De repente
escuché que alguien golpeaba mi puerta. Luego se abrió apenas.
— ¿Puedo pasar? —dijo Laura.
— Claro —respondí.
— Sólo quería despedirme. Ya me voy a mi casa. ¿Estás
bien? Te noto muy distante.
— Estoy bien. Y si estoy distante es solo para no
molestarte —le dije, con sinceridad.
— Está bien. Gracias por entender. Y no creas que quiero
estar alejada de vos. De hecho, espero que con el tiempo podamos ser amigos de
verdad. Pero eso no depende sólo de mí.
— Yo también quiero que seamos amigos —respondí—. De
hecho, en estos días estuve pensando en lo estúpido que fui. No sé cómo se me
ocurrió que era buena idea besarte —agregué, omitiendo los toqueteos “accidentales” que ella misma me había
dicho que había notado—. Digo, una cosa es sentir una atracción por una tía que
recién conocés, pero de ahí a hacerte eso… la verdad es que fui un estúpido.
— A lo mejor no debí convidarte cerveza —dijo ella, con
una sonrisa en el rostro—. Pero me alegra que hayas reflexionado. ¿Qué te
parece si nos olvidamos de lo que pasó? —Propuso.
— Claro, hagamos de cuenta que nunca pasó nada —dije,
apoyando su idea.
— Seguramente pronto podremos estar a solas sin que haya
tensión. Sigamos trabajando en eso —comentó Laura.
— Sí, tía.
Laura se
acercó a mí. Se inclinó, y me dio un beso en la mejilla. Cuando lo hizo sentí
el rico perfume que tenía impregnado en su cuello. No era de las mujeres que
usaban una exagerada cantidad de perfume, sino que el aroma se percibía recién
cuando se estaba muy cerca de ella. Me pregunté si utilizaba ese mismo perfume
cuando atendía a sus clientes con su alias.
Se fue de
mi cuarto, meneando el hermoso orto que tiene. ¿Y pretendía que yo dejara de
sentir deseos por ella? Ya de por sí era imposible, pero encima teniendo en
cuenta la profesión secreta a la que se dedicaba, no había manera de que no buscara
la forma de poseerla.
Y justo
hoy tenía que haber aparecido. Como si estuviese sospechando algo. Pero no. Lo
dudaba. Cufa me dijo que ya estaba todo arreglado. Además, no había rastros de
sospechas en su semblante. Más bien al contrario, mostraba tener esperanzas en
que algún día la vería como una tía, y nada más. Pobre, qué optimista era.
La suerte
ya estaba echada. Mañana sería el gran día.
Sábado 6 de abril del 2018 (entre las cinco
y las seis de la tarde)
Escribo esto, usando el celular,
mientras salimos de la casa de Cufa en el auto de Nery. El viaje es de media
hora, pero salimos con tiempo por insistencia mía.
— Pero
parece que sos un agente secreto che ¿Hace falta que seas tan meticuloso?
—había dicho Nery.
— Es mejor
correr el menor riesgo posible —contesté—. No quiero perder el turno porque hay
una avenida cortada o algo por el estilo.
— Está bien,
ya que nos metimos en el baile de Lucho, bailemos nomás —dijo Fer.
— La verdad
que no sé cómo me metí en esto —se quejó Cufa—. Pero yo no pienso hacer nada.
Así que espero que no insistan.
— Está bien.
Más para nosotros —dijo Nery.
Cufa había pretendido no ir. Y la
verdad es que tenía todo el derecho de no hacerlo, porque había cumplido con su
parte al pie de la letra, incluso mejor de lo que había esperado. Pero él había
sido quien negoció con Jade, y debía estar presente.
Mientras agarramos la autopista, los
pasajeros de los colectivos y de otros vehículos nos miran con curiosidad. Y no
es para menos. Los cuatro vamos disfrazados. Algo ridículos, la verdad,
principalmente Cufa con su traje de Batman y yo con el del hombre araña. Nery,
disfrazado de un emperador romano se ve bastante bien, y Fer vestido de
esmoquin también zafa, aunque este último había hecho trampa, pues no está
usando un verdadero disfraz. Pero en fin, no les podía pedir más.
El plan es así: Cufa se encargaría de
reservar un turno con la puta de lujo, Jade. Cuando les dije la tarifa que
manejaba por un gangbang, se escandalizaron. Pero cuando vieron las fotos,
empezaron a aflojar, y cuando les dije que yo cubriría la mitad de los gastos,
ya casi los había convencido.
Pero empezaron a dar vueltas, así que,
tal como lo había pensado, tuve que admitir la verdad, al menos en parte. Mi
obsesión por estar con esa tal Jade no se debía únicamente a que estaba
increíblemente buena, ni al hecho de que necesitaba con urgencia perder la
virginidad, sino al hecho de que era una chica a la que conocía personalmente,
y después de un tiempo descubrí, de pura casualidad, que era una escort.
Al contarle esa anécdota quedaron
fascinados, y finalmente accedieron a ayudarme a concretar la fantasía de pasar
una noche con ella. La verdad era que hubiera preferido estar a solas con tía
Laura. Prefería no compartirla. Pero tras el fracaso de mi primer plan, debía
resignarme. De todas formas, creo que disfrutaré de ver cómo se la montan los
otros dos, y quizás los tres, porque una vez que Cufa la vea en persona, dudaba
de que no quisiera cogerla.
Después de que, con mucho esfuerzo,
había podido convencerlos de que, juntos, solicitáramos los servicios de esa escort
vip, llegó el momento de explicarles lo de los disfraces.
— Es que no
quiero que sepa que soy yo —dije.
— ¡Pero si
es una puta! —dijo Nery—. Si te reconoce ¿Qué puede decir? Igual si pagás, se
tiene que entregar.
Otro largo debate, hasta que pude
convencerlos de que necesitaba mantener mi identidad en el anonimato.
De todas formas, tiemblo de miedo al
pensar que Jade me pedirá que me saque la máscara. Teníamos algunas ideas para
evitarlo, pero no era nada seguro.
En fin, algún riesgo había que correr.
Ahora Nery guarda el auto en un estacionamiento. El edificio queda a dos
cuadras. Al fin, voy a ver a mi querida tía en esa otra faceta suya. Al fin voy
a conocer a Jade.
El secreto de tía Laura (rebuild)
Capítulo 5
Sábado 6 de abril del 2018 23:30 hs
Diario, como si esto fuera una
película de suspenso, no me adelantaré a los hechos, y contaré de manera
cronológica cómo sucedieron las cosas. También me callaré los sentimientos que
me embargan ahora, mientras tecleo frenéticamente, viendo cómo se forman las
palabras en el monitor de la pc, para detenerme a cada rato a borrar y a
corregir. Estoy en mi habitación, que se encuentra a oscuras, sólo iluminada el
monitor. Miro la pantalla del celular, a ver si tía Laura me contestó el
mensaje que le había mandado. Pero aún no lo había leído siquiera. No importa.
Ahora, dejando el divague de lado,
esto fue lo que pasó hace apenas unas horas:
Si estando en el auto habíamos llamado
la atención de la gente, ahora que caminábamos las dos cuadras que faltaban
hasta el edificio, todo el mundo se nos quedaba mirando. La verdad es que no
era para menos. Era demasiado temprano para salir a una fiesta, por lo que
nuestros disfraces resultaban sumamente llamativos. Pero en ese momento en lo
último que pensaba era en lo vergonzoso de esa situación, pues tenía el corazón
latiéndome a mil por horas. Sentía mis manos transpiradas, y mi cabeza parecía
estar en modo automático. Todos los planteamientos que me había hecho hasta el
momento ahora habían caído en el olvido. Sólo había una cosa en mi mente: iba a
cogerme a mi tía.
— Es
temprano —dijo Fer, que con su esmoquin era el único del grupo que estaba masomenos
presentable.
— Demos unas
vueltas, hasta que se haga la hora —propuso Cufa, que llevaba puesto
innecesariamente el casco del disfraz de Batman, probablemente porque prefería
que, en el caso de cruzarse con algún conocido, no lo reconocieran.
Eso me hizo darme cuenta de algo en lo
que no había caído. ¿Y qué tal si tía Laura no estaba en ese momento en el
departamento? ¿Qué tal si tenía pensado llegar recién para nuestra cita? En ese
caso, era probable que me la cruzara mientras caminábamos por ahí. Eso sería
terrible.
— La reputísima
madre que me parió —dije, con la voz rasposa, apenas audible, debido a que
había hecho todo lo posible por quedar disfónico para que mi voz no se pudiera
reconocer.
— Qué pasó
—quiso saber Nery, quien con su disfraz de emperador Romano, lejos de sentirse
ridículo, parecía creerse todo un galán.
— Ya les
dije, no quiero que la mina me reconozca. Me voy a poner la capucha —dije,
colocándome la parte superior del disfraz de sipiderman.
— Pero qué
tipo exagerado che —dijo Nery—. La mina debe saber que si se dedica a eso en
algún momento se puede cruzar con algún conocido.
— Dejalo que
haga las cosas a su manera —dijo Cufa.
Podía ver a través de las aberturas
que tenía en la parte de los ojos, pero, aun así, mi campo visual se reducía
mucho. Caminamos un par de cuadras más, y paramos en una esquina. Hablamos de
boludeces que no tenían nada que ver con lo que fuimos a hacer, cosa que sirvió
para distenderme, aunque solo un poco. De todas formas, yo no era el único que
estaba nervioso. Obviamente Cufa lo estaba, ya que no le gustaba nada eso de
irse de putas con nosotros, siendo que tenía novia. Pero Fer y Nery, si bien se
hacían los cancheros, como si lo que íbamos a hacer no era muy diferente a un
trámite, no podían ocultar sus gestos ansiosos, cargados tanto de entusiasmo
como de incertidumbre.
— Ya son
menos diez —dijo Fer.
Volvimos sobre nuestros pasos. Nuestro
destino era un edificio de unos quince pisos, y parecía que cada piso sólo
tenía dos departamentos. Eran increíbles los lujos que podía darse una puta
cara como mi tía. No sólo vivía en una casa enorme dentro de un barrio privado,
sino que también mantenía un departamento como ese, que seguramente costaría
una fortuna. Aunque por otro lado, con las tarifas que cobraba, con solo tener
dos clientes por día, ya habría de alcanzarle para la vida que llevaba —y hasta
le sobraría dinero—.
Cufa tocó el timbre. Del
intercomunicador nos contestó una voz femenina. No sonaba a Laura, pero supuse
que estaba poniendo su voz de puta, esa voz exageradamente condescendiente y
melosa. Mi amigo le dijo que éramos los que teníamos turno para las seis de la
tarde.
— Un
gangbang, venimos por un gangbang —dijo en voz alta.
Nery y Fer se rieron. Hasta a mí me
dio gracia esa aclaración innecesaria. El pobre estaba demasiado nervioso.
Se escuchó el sonido irritante que
quitaba el seguro a la enorme puerta de vidrio. Nery, ansioso, la empujó. Por
suerte no había ningún guardia de seguridad en el escritorio de la recepción.
Una situación incómoda menos por atravesar. No obstante, un vecino salía a
pasear a los perros. Pero sólo se limitó a saludar y a sonreír al ver nuestro
aspecto.
Nos metimos en el ascensor. Íbamos al
sexto piso. Sexto B para ser exactos. El viaje fue corto, pero se me hizo
eterno. Mi corazón parecía querer salirse de mi pecho. ¿De verdad lo iba a
hacer? Si me iba a arrepentir, ese era el último momento para hacerlo. Todavía
podía bajar de nuevo, salir del edificio, y volver a casa. Mis amigos lo entenderían,
mucho más si les dejaba el dinero para cogerse a mi tía.
Pero pensar en esto último me dio
muchos celos. La idea de que ellos fueran a enfiestarse con ella, y yo quedara
autoexcluido, no me terminaba de entrar en la cabeza. Además, ¿Cuándo volvería
a juntar esa cantidad de plata? Y ni hablar de todo lo que me había costado
llegar a ese punto de mi maquiavélico plan. Los chicos no se dejarían convencer
fácilmente para hacerlo de nuevo. No estaba seguro de si las cosas iban a salir
bien, pues si Jade se ponía recelosa con lo de los disfraces, y exigía que me
quitara la capucha, todo se iría a la mierda. En el mejor de los casos saldría
huyendo de ahí sin que me reconozca. En el peor, ella se enteraría de la
verdad: que su propio sobrino había ideado todo ese intrincado plan solo para cogérsela.
De sólo pensar en eso se me retuerce el estómago. De lo que sí estaba seguro,
era de que, si había un momento en el que tenía chances de cogerme a mi tía,
era ese.
Llegamos al dichoso piso. Giramos a la
derecha, para encontrarnos con el departamento B.
— La puerta
del paraíso —dijo Nery, para luego tocar el timbre—. Estoy más emocionado de lo
que había imaginado —agregó después.
Lo cierto era que todos, incluso Cufa,
ahora parecían ansiosos y expectantes, conscientes de que íbamos a vivir una experiencia
muy especial. Viendo los atributos de Jade, estaba claro que nos esperaba una
velada muy excitante. Ni siquiera Fer, quien era el más fachero del grupo, se
había comido jamás un caramelito como ese.
Y entonces la puerta se abrió. Mis
piernas temblaron, casi caigo al piso, pues no parecían responderme. Pero
entonces me di cuenta de la terrible verdad.
No era tía Laura.
— Hola
bombones —dijo una chica rubia, en el umbral de la puerta.
Era una mujer extremadamente hermosa,
de eso no cabían dudas. Al igual que Jade, tenía un cuerpo escultural, no sólo
de formas sinuosas, sino que se notaba que pasaba mucho tiempo en el gimnasio.
Vestía una calza corta que era tan ajustada que en la tela se marcaba la raja
de su concha, y arriba una remera suelta. Las tetas, si bien daban la impresión
de que podían ser operadas, eran grandes y sensuales. No obstante, no era ella,
no era Laura, y si bien hacía lo posible por mostrarse simpática, no tenía ese
buen humor natural de mi tía. Por su parte su rostro, si bien estaba lejos de
ser poco atractivo, no se comparaba con la hermosa cara de Laura, la cual
estaba a la altura de su perfecto cuerpo.
— Hola —dijo
Cufa, dubitativo—. Soy Facundo. Tenía un turno con Jade…
— Claro,
pasen.
La chica abrió la puerta de par en
par. Nos miramos unos a otros. Nery se encogió de hombros y entró. Supuse que le
parecía que la mina estaba lo suficientemente buena como para omitir el hecho
de que no se trataba de la misma que habíamos visto en las fotos. Los demás lo
seguimos. Fer se mostraba tan entusiasmado como Nery, Cufa seguía tan resignado
como desde un principio. Yo, por mi parte, estaba decepcionado, pero a la vez,
muy aliviado. Mi corazón empezaba a latir con normalidad. ¿Acaso me había
estado engañando desde hacía tanto tiempo? ¿Sería posible que tía Laura
finalmente no fuera una escort? No podía ser eso. Yo había comprobado que mi tía
y Jade eran las mismas personas. Las fotos podían haber sido robadas, por raro
que pudiera ser eso, era perfectamente factible, pero yo había llamado al
número que figuraba en la página, delante de la misma Laura, y uno de sus
celulares había sonado. Eso demostraba que ella era Jade.
Quizás lo que pasaba era que se
manejaban de esa manera. Eran un grupo de escorts que ofrecían sus servicios, y
cuando llamaba un cliente, atendía cualquiera de ellas. Técnicamente era una
estafa, pero eso al menos explicaba lo que sucedía. Además, quizás los clientes
que eran engañados no se quejaban, ya que, al igual que nosotros, quedaban
conforme con la mercancía que se les ofrecía.
Me di cuenta de que sentía que me
había sacado un enorme peso de encima. Todo aquel plan me tenía con el estrés
al punto más alto, y de repente parecía que, después de mucho tiempo, podía
respirar con alivio. Incluso pensé en que no sería una mala idea perder la
virginidad con esa hembra que nos había abierto la puerta. Realmente era un camión,
que no alcanzaba el nivel de Laura (a mi criterio, claro está, porque a los
chicos seguro que les daba lo mismo), pero no iba a dejar de ser increíble el
polvo que nos daríamos con tremenda mujer como esa.
— Pasen por
acá —dijo la chica.
La seguimos hasta una oscura sala de
estar, que estaba iluminada por unas luces rojas que parecían más bien de un
boliche. Ahora que la veíamos de espalda, mientras la seguíamos, comprobamos el
imponente orto que tenía esa puta que nos había recibido. Un culo más grande
que el de la tía, según me pareció, pero se lo notaba firme. Nery aprovechó
para pellizcarle una nalga. Vi cómo ese cachete terso y redondo era víctima de
los dedos que se cerraban en él. Se me hizo agua la boca. Por primera vez desde
que la conocí, la imagen de mi querida tía pareció borrarse de mi mente.
— Primero
les voy a pedir que dejen sus celulares acá —dijo, señalando la mesita que
estaba al lado de uno de los sofás—. Los hombres suelen ser muy traviesos. Les
gusta filmar y sacar fotos. Pero eso está prohibido.
— Claro, no
hay problema —dijo Joaco, obediente, dejando su teléfono en la mesita.
Los demás lo imitamos. La verdad es
que se trataba de una medida lógica, como también era lógico pensar que en un
grupo de cuatro hombres, iba a haber alguno que quisiera inmortalizar la
experiencia.
— Esperen un
minuto por favor —dijo la chica.
Se fue hasta donde supuse que era la
habitación. La escuché hablar (imaginé que por celular), y luego largó una
carcajada. Seguramente le estaba mencionando a alguien que sus clientes habían
aparecido disfrazados.
Luego Salió nuevamente de la
habitación.
Recién en ese momento me percaté de
algo a lo que no le había dado importancia. ¿Acaso su vestimenta no era muy
común y corriente? Era cierto que su calza le quedaba perfecta, y que en
definitiva terminaría en bolas, pero había imaginado que nos recibiría con una
minifalda, o directamente con lencería erótica.
— Ahora
pasen al baño por favor —dijo la chica, señalando un pasillo. En el fondo se
veía una puerta abierta—. Seguramente con este calor deben estar un poco
transpirados. Lávense sus partes. Eso va a ser en su propio beneficio, se los
aseguro.
Fuimos uno por uno al dichoso baño.
— Esta puta
nos va a hacer tremendo pete sin globito —comentó Nery.
Cuando fue mi turno de entrar vi que
la piletita del baño estaba más abajo de lo normal. Me llegaba un poco más
arriba de mis rodillas. Además, en vez de una canilla tenía una ducha, la cual
se podía estirar bastante. Gracias a ese artilugio, puede lavar mis genitales
con agua y jabón líquido. Luego me enjuagué y me sequé con papel.
Volvimos a la sala de estar, donde nos
esperaba la infartante escort.
— Pasen
—dijo.
Abrió la puerta y se corrió a un
costado. Yo fui el último en entrar. Cuando iba a atravesar el umbral, escuché
que Nery decía:
— Vaya,
miren al angelito que tenemos acá.
Quedé petrificado.
Parada
al lado de la enorme cama, había otra mujer. Tenía una piel marrón,
perfectamente bronceada. Su sonrisa era preciosa, de perfectos dientes blancos,
y con pocitos en sus mejillas, que se formaban cuando sonreía. Tenía un cuerpo
fitness, un cuerpo que era la envidia de todas las mujeres y el deseo de todos
los hombres. Vestía un babydoll blanco con transparencias, que apenas le
llagaba un poco más abajo de la cintura, y que dejaba ver su ropa interior de
encaje, también blanca. Tal como lo había dicho Nery, parecía un ángel.
Era
tía Laura.
— Jade, dejo
a los chicos con vos. Tratalos bien —dijo la otra chica de la que no sabíamos el
nombre siquiera.
— ¿Cómo es
eso? ¿No te quedás con nosotros? —preguntó Nery, aprovechando nuevamente para
acariciarle el culo.
— No bebé,
salvo que quieras pagar tarifa doble —dijo ella.
Mi amigo hizo un gesto de decepción.
— Otra vez
será —comentó.
La desconocida rubia abandonó la
habitación. Un silencio expectante se adueñó del cuarto. Jade avanzó hacia
nosotros, con pasos sensuales, y mirada provocadora, una mirada que nunca le
había visto hacer. Era evidente que en ese lugar interpretaba un papel.
— Hola, ¿Vos
cómo te llamás? —preguntó, abrazando a Cufa, que pareció morirse de vergüenza,
pero por otro lado, no parecía querer que lo suelte. Había dejado la parte
superior de su disfraz en el living, por lo que ahora sólo vestía una remera en
la parte superior.
— Facundo
—dijo.
Tía Laura le estampó un beso en la
boca, que dejó idiotizado a mi pobre amigo.
Estábamos parados uno al lado del
otro, así que fue por el próximo.
— Fernando
—dijo el chico de esmoquin, quien, ni de lejos tan tímido como Cufa, rodeó la
cintura de la escort, y no se molestó en esperar que le diera un beso en la
boca, sino que se lo propinó él mismo. Luego se sacó el saco y lo dejó sobre
una silla.
— Nery —se
presentó el más desvergonzado de mis camaradas.
Este no se limitó a abrazarla, sino
que sus manos bajaron hacia el destino obvio.
— Que
hermoso orto que tenés —dijo.
Jade se soltó, no sin cierta
dificultad, de las manos de mi amigo, y se acercó a mí. Me agarró del rostro. Me
pregunté, muerto de miedo, si me quitaría la capucha de sipiderman.
— Yo sé
quién sos —dijo.
Sentí que me moría en ese mismo
momento. ¿Que sabía quién era? ¡Qué carajos!
Mi mente no podía procesar tanta
información. Recién estaba cayendo en el hecho de que finalmente sí era Jade
quien nos atendería. Y ahora me decía que sabía quién era yo. Me quedé mudo,
sin siquiera poder hilvanar una frase coherente en mi cabeza, mucho menos
pronunciarla, aunque sí tuve la sensación de que se había terminado todo, y de
que ella me odiaría por siempre.
— Sos el que
llamó el otro día, el que tiene la cara quemada —dijo, haciendo que mi alma
volviera al cuerpo.
— Sí —dije,
con mi voz alterada por la disfonía.
Laura acarició mi rostro a través de
la máscara. No podía ver las expresiones de mis amigos, pues tenía el campo
visual bastante reducido, pero imaginaba que estaban sorprendidos, ya que no
les había contado que en su momento había intentado llevar el plan por mi
cuenta, y había fracasado.
— No parece
que tengas nada raro —dijo la tía, que en ese momento, de alguna manera,
también estaba disfrazada, pues se había convertido en Jade.
— Pero está
muy feo el pobre —intervino Nery, cosa que me alegró muchísimo—. Ninguna mujer
se quiere acostar con él. Si sigue así, va a ser virgen toda la vida. ¿Vas a
hacernos el favor de hacer que conozca la cara de dios?
Jade rió a causa las palabras de mi
amigo.
— La verdad es
que tenía miedo de que seas alguno de los clientes que puse en mi lista negra
—explicó— Algunos hombres piensan que porque pagan, pueden hacer lo que quieran
con nosotras, y eso no es así. Pero cuando Sami me dijo cómo era tu contextura
física, me di cuenta de que no eras ninguno de ellos, así que no hay problemas
—aseguró, y luego agregó—, y perdón si fui muy brusca cuando hablé con vos.
Recordé que cuando la había llamado,
nombró a un tal Berni y a un tal Miguenz. Habrían de ser dos viejos gordos, por
lo que era imposible que se escondieran detrás del disfraz que yo llevaba
puesto. Ahora me pregunto si habían sido violentos con mi querida tía, pero en
ese momento me importó un pepino esa cuestión. Lo único que me importaba era
que, finalmente, parecía haber logrado sortear todos los obstáculos que me
llevaban hasta ella.
Me
agarró de la mano, y me llevó hasta la cama, mientras mis amigos nos seguían.
Esta vez fui yo quien, con la mano libre, pellizcaba el glúteo de la tía. Me
había quitado los guantes del disfraz, por lo que sentía la suavidad de su piel
en todo su esplendor. Era la primera vez que lo hacía de manera abierta, sin
fingir que la rozaba sin querer, sin forzar una situación que me hiciera sentir
esas tersas y profundas nalgas. La pellizqué con más fuerza, y le di una suave
nalgada.
— No te
olvides que somos cuatro —le recordó Nery.
Él
y Fer se empezaron a desnudar, el primero quitándose los zapatos, la camisa y el
pantalón, y en el caso de Nery, despojándose de la túnica y la bermuda. Cufa no
dijo nada respecto de que no éramos cuatro los que nos la cogeríamos, sino
tres. Por lo que supuse que ya estaba pensando en tener alguna participación.
— No se
preocupen. Ninguno se va a ir sin acabar al menos una vez —prometió ella.
Lo que diferenciaba a Laura de la
escort que nos había recibido, y de las mayoría de sus colegas —según imaginaba—,
era que no parecía fingir las ganas de ser penetrada por cuatro vergas diferentes.
Si bien su tono de voz y sus poses parecían algo exageradas, en sus ojos había
un brillito que parecía reflejar un enorme apetito sexual.
— ¿Pensaron
de qué manera lo harían? —preguntó. Nos miramos unos a otros. Lo cierto es que
no habíamos llegado a ese punto—. No se preocupen —dijo, cuando notó nuestra
confusión—. A ver, vos bebé, subite a la cama—. dijo, dirigiéndose a mí.
Me quité las zapatillas y subí a la
cama. Me senté, apoyando mi espalda en el respaldar de madera. Ella se acercó a
mí, gateando como una sigilosa pantera. Cuando la tuve encima de mí acaricié su
rostro con ternura. Estábamos increíblemente cerca. Me dieron ganas de comerle
la boca de un beso, pero no podía quitarme la capucha, así que me limité a
frotar sus labios en toda su extensión. A la tía pareció divertirle. Abrió la
boca y lo mordió, con la fuerza mínima, sin causarme dolor alguno. Su lengua
jugueteó un rato con el dedo. Luego giró la cabeza para dirigirse a mis amigos,
que estaban a los pies de la cama, viendo con detenimiento el cuerpo
semidesnudo de Laura.
— En el
cajón de la mesita hay preservativos. ¿Quién de ustedes va a ser el primero en
cogerme? —dijo.
A pesar de que, dado el contexto en el
que estábamos, era obvio que todos iban a cogerla, no pudieron evitar quedar
estupefactos ante la frase directa de aquella prostituta de lujo. ¿Cuándo en
sus vidas volverían a oír tales palabras de una mujer con una belleza similar a
esa? Lo más probable era que nunca.
— Yo te cojo
primero mi amor —dijo Nery.
Si bien todos habíamos llevado
profilácticos, él decidió sacar uno que se encontraba en el mencionado
cajoncito. Laura se le quedó mirando, mientras abría con bastante soltura el
paquete, y se lo colocaba en cuestión de unos segundos. Luego se subió a la
cama. Ella volteó su hermoso rostro nuevamente a mí.
— A ver qué
tenemos acá —dijo.
Me bajó el pantalón y corrió la ropa
interior. Mi verga apareció ante su vista, quedando apneas unos centímetros
separada de su linda boquita. Me sorprendió el hecho de que, hasta ahora, no se
me había parado, incluso hasta temí que, por los nervios, no pudiera hacer que
se ponga dura. La tía lo envolvió con su suave y cálida mano, con una ternura
que me emocionó.
De repente su cuerpo pareció
estremecerse, sus ojos se abrieron, y largó un gemido.
Vi lo que le estaba haciendo Nery. Le
había quitado la tanga, que ahora descansaba en una esquina de la cama, y tenía
su rostro enterrado en el trasero de mi querida tía. Si bien no tenía una
visión clara, por el movimiento que hacía su cabeza, que subía y bajaba
constantemente, parecía que estaba frotando su lengua con fruición, no solo en
su ano, sino a todo lo largo de la raya del culo. Por un momento interrumpió
ese hipnótico movimiento, sólo para chupar uno de los carnosos glúteos. En ese
momento sentí mucha envidia de él.
Jade largaba débiles gemidos, que
supuse, sólo podía oír yo por el momento. Pero estaba claro que disfrutaba de
cómo mi amigo le comía el culo.
Después
se concentró en mi verga nuevamente. El hecho de ver por unos segundos aquella
escena, ya había generado que se me hinchara un poco, por lo que mi temor
inicial fue ahuyentado. La tía empezó a masturbarme, no sin dejar de
estremecerse mientras sentía la lengua de Nery, que no dejaba de frotarse en su
culo. Fue cuestión de segundos para que por fin estuviera al palo. Ella vio el
falo erecto que se alzaba en su honor, y luego me miró a mí con una sonrisa
pervertida. Sin quitarme los ojos de encima, sacó su lengua y lo frotó en el
glande.
La
sensación fue mucho más intensa de lo que había imaginado. Tan placentera que
casi parecía dolorosa. Mis dientes se cerraron, y el aire salió por entre sus
aberturas, haciéndome largar un extraño sonido, como de serpiente. Acaricié su
cabeza con ternura. Ella me miró, orgullosa del efecto que había generado ese
simple estímulo. Era una lástima que no pudiera llevarme ni siquiera una foto
de ese encuentro, porque en ese momento estaba para hacer un cuadro de la
imagen que tenía en frente: el hermoso rostro de mi tía, sonriendo, con los lindos
hoyitos que se hacían en su mejilla, y con mi verga venosa y tiesa frente a
ella.
Volvió
a lamerme, pero esta vez lo hizo a todo lo largo del tronco. No se sentía tan
increíblemente bien como cuando lo hizo en el glande, pero aun así era una
sensación enloquecedora, además, si se dedicaba a chuparme únicamente en la
cabeza de la verga, no iba a aguantar mucho tiempo hasta acabar.
De
repente se vio obligada a interrumpir su mamada. Su cuerpo fue sacudido, y
largó un gemido, ahora más fuerte que los anteriores. Vi que Nery ya la estaba
montando. Empujaba con su pelvis con mucha fuerza, cosa que hacía sacudirse a
Jade.
— Más
despacito, así se la puedo chupar —indicó ella—. Después me la vas a poder
meter más fuerte —prometió luego.
— Está bien,
todo sea por Luchito —cedió él.
Disminuyó
la intensidad de sus embestidas, aunque no tanto como yo —y supuse que ella— lo
había imaginado. Aun así, Laura se las ingenió para lamer el tronco nuevamente,
dejando un sendero de humedad ahí por donde pasaba su lengua babosa. Y luego,
finalmente, se lo llevó a la boca.
Vi, con un deleite indescriptible,
cómo los labios se separaban, y mi verga era engullida por mi tía. A su mamada
la acompañó con una tierna masturbación. Sus dedos, presionando con la fuerza
justa y necesaria, se frotaban incansablemente con el tronco, mientras ella se
comía la verga. Su lengua de víbora me hacía poner los ojos en blanco. Ella tenía
los ojitos cerrados, y parecía estar disfrutando mucho del sabor de la piel
gruesa, de la blandura del glande, y del presemen, que ya salía, para quedar
invisible al mezclarse con su saliva.
Por ridículo que suene, en ese
momento, mientras tragaba mi verga, y mi amigo se la montaba por detrás, y los
otros dos observaban la escena con fascinación, la amé más que nunca, y deseé
con todas mis fuerzas que esa mamada se repitiera muchas veces. En ese momento
decidí que esa no sería la última vez que estaría con mi tía.
Nery, dominado por una lujuria
incontrolable, había empezado a darle maza con todas sus fuerzas, ignorando lo
que ella le había pedido. Laura liberó mi verga, pues con los estremecimientos
que le provocaba la verga de mi amigo, podía llegar a darme un mordisco sin
intención. Un mechón de pelo cubrió su exquisito rostro. Se lo corrí detrás de
la oreja, pues quería ver con lujo de detalles la expresión que tenía mientras
Nery se la metía una y otra vez. Jade empezó a gemir de placer de manera
intensa. Mi experiencia sexual era nula, pero me daba la sensación de que no
era un goce fingido. La tía realmente estaba disfrutando de cómo aquel pendejo
que no llegaba ni a los veinte años, se la metía con toda su fuerza. Vi cómo
Nery apretujaba las nalgas de ella, mientras hacía esos repetitivos movimientos
pélvicos.
— Si querés
acabame en la cola, pero después límpiame con eso —dijo Jade, señalando después
con la cabeza un rollo de cocina y un paquete de toallitas húmedas que estaba
sobre la mesita de luz.
Estaba claro que la muy puta tenía
mucha experiencia en orgías. Estaba preparada para poder higienizarse sin la
necesidad de interrumpirse e ir al baño, lo que sería un verdadero problema
para mí, pues todo indicaba que Nery iba a venirse primero que yo y no quería
que deje de estimular mi verga durante tanto tiempo.
Las palabras de la escort parecieron
música para los oídos de mi amigo, quien ahora empezó a penetrar con una fuerza
y una velocidad impresionante. Estaba claro que estaba a punto de acabar, ya
que era imposible que siguiera a ese ritmo por mucho tiempo.
Se escuchaba el sonido, como si fuera
un aplauso, cuando la verga se introducía en mi tía por completo, y sus muslos
y los testículos impactaban con las nalgas. Sus dedos ahora se apretaban con
violencia en las caderas de la hembra a la que estaba cabalgando. Mientras
tanto, ella se las ingeniaba para masajear mi verga con sus manos, aunque aún
no veía conveniente volver a llevársela a la boca.
Repentinamente Nery interrumpió su frenética
cogida. Se sacó el preservativo, al cual dejó sobre la cama, y empezó a
masturbarse, magreando el orto de mi tía con su mano libre.
— ¿Así que
querés la leche en el culo? —dijo, jadeante—. Acá tenés, putita.
Largó un grito animal, mientras de su
verga brotaba el líquido blanco, que, en tres potentes chorros, fue a ensuciar
las deliciosas nalgas de Laura. Vi el semen, sobre esa parte de una redondez
perfecta. Mi amigo quedó agitado a los pies de la cama, como si no le quedaran
energías para nada más.
Cufa, quien al igual que Fer había
quedado estupefacto ante esa imagen tan grotesca y hermosa a la vez, atinó a
agarrar el papel y las toallitas húmedas.
— Tomá,
limpiala —dijo, entregándole tres pedazos de rollo de cocina a Nery.
Mientras este último le limpiaba el
culo, aprovechando para frotar nuevamente el hermoso orto mientras pasaba el
papel por él, tía Laura escupió sobre mi verga, cosa que me sorprendió. La
abundante saliva cayó sobre el glande, y luego fue deslizándose lentamente por
el tronco. Entonces ella, mientras sostenía el falo con una mano, con la otra
se dispuso a frotar, usando la yema de sus cinco dedos, desde el tronco, hasta
el glande. Era un movimiento similar al que hacen esas máquinas que suelen
haber en las ferias, en las que un gancho baja para agarrar un juguete que hay
en ella. La saliva mezclada con el presemen, formaban una sustancia
resbaladiza, pero con cierta viscosidad que hacía que los dedos se resbalaran,
pero como si tuvieran cierta resistencia. La sensación era casi tan increíble
como la mamada.
Y entonces, mientras gozaba de ese
masaje peneano, vi algo que no me sorprendió del todo. Nery estaba a un
costado, ahora limpiándose con papel de cocina su propia verga. Pero el que
estaba detrás de mi tía no era otro que el tímido Cufa, el hombre más fiel que
conocía. Había sacado una toallita húmeda del paquete, y ahora se disponía a
pasarlo por el monumental trasero que tenía en sus narices. Vi cómo se mordía
el labio inferior, mientras su mano, lenta, se frotaba por aquel espectacular
orto. Después sacó otra toalla, y la pasó por la raja del culo, ahí donde Nery
no había dejado semen, pero sí un montón de saliva.
Ahora Laura se llevaba mi verga,
increíblemente babosa, a la boca. Cufa, en la última etapa de esa higiénica y
erotizante tarea que se había autoimpuesto, procedía a secar con más papel de
cocina, ahí, donde había quedado humedad. Y entonces, otra vez sin que me
sorprenda del todo, pero no por eso sin lograr que llamara mi atención, empezó
a comerle el ojete a mi tía.
— Se siente
rico, ¿Eh, pervertido? —dijo Nery, burlándose de él.
Fer, que era el único que hasta ahora
no había hecho nada, empezó a masturbarse, al ver cómo el otro degustaba el
culo de la escort, mientras que ella me comía mi pija con vehemencia.
Si existía el paraíso, era ese.
Rodeado de amigos que me apreciaban de verdad, y mi tía haciéndome una
espectacular mamada.
— ¿Vas a
acabar? —preguntó ella.
Asentí con la cabeza, incapaz de
mentir, pues yo mismo sentía que no iba a poder contener por mucho tiempo toda más
la leche que hervía en mi interior.
Laura dejó de chupármela, para luego
masturbarme, mirándome a los ojos con su hermosa carita de puta mientras lo
hacía. Su mano se sentía cálida, y mi miembro parecía que estaba recién barnizado,
de todo el líquido que tenía encima. No tardé en sentir cómo el semen
atravesaba el interior de mi verga para luego salir expulsado con una potencia
inusitada. Un montón de cálida leche saltó y fue a parar a mi propio ombligo, y
otro tanto casi llegó a mi pecho, pues la potencia había sido mucha.
En esa expulsión de placer se reducía
todo por lo que había luchado durante los últimos meses. Y no dudaba de que valía
la pena. Tanto estrés y frustración por fin liberados en forma de eyaculación.
— A ver
Lucho, dejame espacio, no doy más —dijo Fer, bajándome de la nube en la que
estaba flotando.
No obstante, no fue necesario que me
hiciera a un lado. La cama era lo suficientemente grande como para que
quedáramos uno al lado del otro. Fernando estaba completamente en pelotas, con
la verga al palo. La tía se movió hacia donde él estaba, agarró la verga que
este le ofrecía, y se la llevó a la boca. La cara de alivio y placer de mi
amigo expresaba lo que sentíamos todos.
Nery me alcanzó papel. Yo me limpié,
pero preferí ir al baño para lavarme a consciencia, pues me hubiera gustado que
me la mamara nuevamente.
Tardé apenas unos minutos en hacerlo,
pero cuando volví, me encontré con una imagen completamente diferente. Ahora
tía Laura estaba boca arriba, completamente en pelotas, despojada de su sensual
babydoll y del corpiño. Ya no se la estaba chupando a Fer, sino que más bien,
él se la estaba cogiendo por la boca. Estaba en cuclillas en la cabecera de la
cama, y hacía movimientos pélvicos con los que le clavaba la verga por
completo, al punto que sus bolas peludas terminaban por chocar con esa carita
de facciones angelicales. Ella parecía poder lidiar con tal instrumento, aunque
por momentos le daba unos golpecitos en la barriga plana de mi amigo, como para
indicarle que le diera un respiro por unos segundos.
Mientras tanto, Cufa se había decidido
a penetrarla. La lealtad hacia su novia había sido tirada a la basura. No
obstante, estaba contento por él, pues estaba participando activamente de esa
experiencia que sería inolvidable para todos nosotros.
A la pornográfica escena que se
desarrollaba, había que agregarle a Nery, quien ahora le comía las tetas con
una desesperación contagiosa. Ciertamente, ahora ese par de hermosas tetas
parecían haber abierto mi apetito.
Me
acerqué, para verlos bien de cerca. El rostro de tía Laura estaba colorado, y
una lágrima salía de su ojo para ir a caer sobre las sábanas. Dudaba de que
estuviera llorando, pues en todo momento pareció disfrutar de ese garche
grupal. Seguramente se debía a la verga que una y otra vez violaba su boca.
Cufa
le daba con dureza, pero por lo visto su instrumento era más humilde que el de
Nery, porque no provocaba gran cosa en ella, aunque cuando Fer la liberaba de
su lanza por unos instantes, largaba un gemido que era música para los oídos de
todos.
Me incliné y pellizqué el pezón que mi
amigo no estaba chupando. Estaba duro y puntiagudo, y ella acusó recibo de lo
que le hice, pues se retorció en la cama cuando lo presioné con mis dedos.
Realmente sentía que estaba como en un
sueño. Tenía miedo de despertarme y darme cuenta de que nada de lo que estaba
sucediendo era real. Pero en ese momento, como si tía Laura quisiera sacarme
esas ideas de la cabeza, extendió su mano y agarró mi verga, para empezar a
masturbarme.
Dejé de jugar con su pezón, y me puse
de pie, para que pudiera hacerlo con mayor comodidad. Me di cuenta de que
estaba haciendo exactamente lo mismo con Nery. Nos masturbaba a ambos mientras
los otros dos no dejaban de darle pija. Había pensado que no había mayor
hermosura que la que conocía en ella. Pero ahora que la veía, totalmente
desnuda, y lidiando con cuatro vergas a la vez, me daba cuenta de que era
recién ahora que alcanzaba a ver su belleza en su máximo esplendor.
Era realmente admirable que pudiera
sincronizar los movimientos de sus dos manos, dándonos placer a dos de
nosotros, mientras los otros dos no tenían reparos en ensartarles sus vergas
con violencia.
Cufa acabó, largando un gemido potente
que no hubiera imaginado que sería capaz de emitir. Sin embargo no había podido
advertir su orgasmo y por ende acabó con el preservativo puesto, perdiéndose la
oportunidad de derramar su semen en el perfecto cuerpo que había estado
montando.
Y entonces lo supe. Ese era mi
momento. Nery pareció leer mi mente, porque me tiró un paquete de preservativos.
Lo agarré en el aire. Separé mi verga de esa suave y hábil mano, terminé por
quitarme el pantalón, y me puse el forro, no sin cierta dificultad, ya que
carecía de expertís en ese arte. Coloqué mi cuerpo en paralelo a ella. Ahora
estaba muy ocupada, tratando de no ahogarse con la verga que se quería meter
hasta su garganta, por lo que no podía ver su carita, cuando, con un suave
movimiento, por fin pude estar dentro suyo.
Me aferré a sus tetas, y de a poco,
fui aumentando la intensidad. Se sentía muy bien, aunque lo cierto es que
estaba tan dilatada, que la fricción que sentía cuando se la metía, era mínima.
Pero lejos estaba de quejarme. Lo había logrado, al fin lo había conseguido. Me
estaba cogiendo a mi tía.
— A ver
trolita, acá tenés la lechita que tanto te gusta —dijo Fer, que por lo visto ya
estaba listo para acabar.
No fue un detalle que haya pasado
desapercibido el hecho de que no parecía molestarle las frases vejatorias que
de repente lanzaban mis amigos. Por lo visto, en la cama permitía cierto nivel
de degradación.
Mi amigo apuntó su verga babeante a la
cara de Laura. Me sorprendió que ella no se opusiera a lo que estaba a punto de
hacerle. Si sabía eso, yo mismo hubiera acabado en su cara. Pero ahora qué
importaba.
Fer eyaculó, y su leche impactó en el
rostro de mi tía. Sus hermosas facciones ahora manchadas por esa blancura que
se deslizaba lentamente, tanto por su mejilla, como por su mentón y su frente.
Cufa se dispuso a darle papel para que
se limpiara.
— No —lo
interrumpí con mi voz ronca.
Quería que se quedara así, con su
carita repleta de leche. Me gustaba verla de esa manera. Me excitaba mucho.
Así que, aferrado a esas hermosas
tetas que tantas veces había admirado, embestí sobre ella, una y otra vez.
Había perdido por completo la noción del tiempo. No tenía idea de cuánto tiempo
quedaba a ese turno que habíamos pagado, pero no pensaba soltar esos senos
hasta que acabara nuevamente.
Ya no aguantaba más. Los masajes que
me había hecho mientras se la cogía Cufa, habían provocado que ya estuviera muy
estimulado cuando empecé a montarla. Pero de todas formas, los minutos que
estuve encima de ella fueron bastantes, y más que suficientes para gozar hasta
el máximo nivel de esa locura que yo mismo había armado.
Me quité el preservativo. Me acerqué a
ella y me arrodillé al lado de su cara. Laura miró mi verga, agitándose a
centímetros de su rostro. El semen que tenía encima todavía no terminaba de
caer sobre la cama. Entonces fue mi falo el que ahora escupió sus propios fluidos.
Fue un orgasmo intenso, y mucho más largo que los que tenía cuando me
masturbaba. Sentí mi cuerpo tensionado incluso cuando ya había largado hasta la
última gota en ella.
Me quedé mirándola, embelesado. Ahora
la cantidad de semen que tenía encima era muy abundante. Mi adorada tía sonrió,
contenta de verse rodeada de tantas vergas y tanto semen. En ese momento pensé
que quizás Jade no era su segunda personalidad. Quizás era la original, y la
inventada era Laura.
— Bueno. Eso
estuvo muy bien chicos —dijo, totalmente agitada.
Ahora sí, Cufa la ayudó a limpiarse,
aunque necesitó que le dé más papel para absorber toda la leche que tenía en la
piel. Luego se metió salió de la cama, mostrándonos su perfecta desnudez, y se
metió en el baño.
Nosotros nos vestimos en silencio,
pues no había mucho que decir en ese momento. Laura apareció en la habitación
después de unos minutos. Agarró su tanguita y se la puso. Cuando se ponía el
babydoll, Nery empezó a manosearle el orto.
— Vas a
tener que reservar otro turno si querés seguir tocándome —dijo ella, aunque no
estaba en absoluto molesta de que le estuviera magreando la nalga.
— Ya lo creo
que lo voy a hacer —aseguró él.
Eso me dio escalofrío. El hecho de que
alguno de mis amigos volviera en solitario e intimara con ella, no me gustaba
nada. Pero ahora me doy cuneta de que sólo estaba fanfarroneando. Nery se
aburría de las cosas con la misma rapidez con la que se interesaba por ella.
Además, la tarifa de Jade era muy cara para él.
La despedida fue algo fría. Aunque
sabía que era cierto que la había pasado bien. Seguramente estaba agotada
después de haberse enfiestado con cuatro tipos.
— Acá están
sus celulares —dijo, entregándonos la canastita en donde estaban guardados.
Quizás fue mi imaginación, pero
pareció detenerse al observar el que yo recogía. Me pregunté si lo había
reconocido. Quizás así era, pero lo cierto es que hay muchos celulares de esos,
con ese mismo estuche. Aunque por otra parte, si tenía en cuenta el hecho de
que yo había aparecido encapuchado, y que apenas había hablado, podría hacer
dos más dos y así descubrir la verdad.
En todo caso, ese era un temor con el
que lidiaría más adelante. En ese momento estaba feliz, ya que por fin me cogí
a mi tía.
Sin embargo, mientras escribo estas
líneas me doy cuenta de algo. Esos polvos que le eché, me saciaron en su
momento, pero ahora, a habiendo pasado apenas algunas horas, ya la deseaba de
nuevo.
Así que estaba decidido. Volvería a
buscar la manera de cogerme a tía Laura.
Suena el timbre de mi teléfono. Es
ella. Le había preguntado cómo estuvo su día. “Genial, fue un día hermoso”,
dijo.
Continuará